martes, 30 de diciembre de 2008

La vigencia de un clásico. Un guapo del 900

La obra “Un guapo del 900” de Samuel Eichelbaum abre las puertas para adentrarnos en un mundo de compadritos en donde la lealtad es el único bien que no se negocia.

Por Claudia Quintana

La puesta de “Un guapo del 900”, que ha auspiciado hace tiempo la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación para el ciclo El teatro en las calles ha obligado a una primera reflexión. ¿Qué tiene de vigente una obra del año 1940, con su temática política y sus orilleros, en la Buenos Aires de hoy, atareada por el vértigo de la velocidad y el individualismo? En segundo lugar, y dado el éxito de público que en los diferentes barrios ha visitado la obra, ¿qué encuentran los espectadores en ella?

Estrenada en 1940, la obra representa un momento político específico de nuestro país. Nos encontramos en el 900 y por entonces la actividad política está centrada en los comités, territorio dominado por los caudillos. Éstos imponen su influencia por medio de alianzas, fraude electoral y especialmente gracias al manejo de sus guapos orilleros, hábiles en el manejo del cuchillo.

Ecuménico, el protagonista de la obra, personifica al guapo por excelencia. Encarna de manera elocuente todas aquellas características de este singular personaje de la Buenos Aires de principios de siglo: leal a sus amistades y al caudillo a quien cuida las espaldas, reacio a expresar sus sentimientos, respetado por pares y ajenos, temido por sus adversarios.

Un personaje no exento de contradicciones. El crimen, dentro del mundo de significaciones que maneja el guapo, es parte de su comportamiento, una muestra más de sus convicciones y una manera de hacer justicia en base a valores propios. El modo de razonar de Ecuménico es lacónico, cortante y más fatal que las heridas que provoca su cuchillo: - A mi nadie me ha mandado matar. Nadie me ha mandado nunca. Me juego solo. Para este bravo orillero, el honor no es una palabra vacía de contenido. Es toda una forma de vida.

Pero un bosquejo del carácter del guapo no estaría completo sin considerar al otro personaje decisivo del conflicto, su madre Doña Natividad. Su línea de pensamiento coincide con la de Ecuménico, debido a que ambos defienden la misma concepción de la lealtad. Es una Natividad dura, dueña de las situaciones en las que participa, sin ambigüedades y sin contradicciones internas como las que comenzará a manifestar su hijo más adelante.

La singularidad de la obra consiste en exponer el proceso interno, por medio del cual, la carga de una muerte se vuelve demasiado pesada para un Ecuménico decepcionado por el giro que han tomado los acontecimientos. El cuchillero de ley está atravesado por una profunda evolución interna, ya no le interesa mantener el dominio de su guapeza y en esa búsqueda larga y dolorosa ha encontrado, finalmente, la purgación de sus antiguas faltas. ¿Cuál será, entonces, la decisión final de Ecuménico con respecto a sus actos?

En este sentido, “Un Guapo del 900” ofrece, para el público de hoy, una notable pintura de época, con personajes y modos de vivir la política que no han dejado de tener vigencia. Pero al mismo tiempo, se trata de una obra que indaga en las complejidades del alma humana y en las luchas internas que dirimen los personajes por reencontrarse en sí mismos, despojados de antiguas costumbres que sostenían su existencia. Singular reflexión sobre la bravura y el honor, la dinámica del conflicto y el vigor escénico de los personajes justifican la vuelta de este clásico del teatro nacional.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Un asado y un fernet en La Matanza

Los fantasmas sobrevuelan la postal de la desidia, como los instrumentos de una obra de terror. Es jueves y a las 10 horas estoy en La Matanza, listo como siempre, con el grabador de voces y la cámara de fotos, retrato y presencio el llanto de una madre, recubierta por la risa de los transas, esas hienas idiotas que envenenan el futuro de los pibes del barrio.

A su alrededor bailan los soldados, autómatas, frenéticos, con los 38 milímetros que dura el mambo. Aquí cada bala es una seca que se fuma la muerte, con las patas llenas de tierra.

El viaje trae secuencias plenas de conciencia. Aquí en Camino de Cintura, zona pélvica de un cuerpo que arrastra “el dolor de ya no ser”, las condenas las pagan los negros.

Por el maldito olor de su piel. Con ritmo a cumbia y la garganta sin aliento.

Porro pasta paco merca vino nevado rophi reinol birra estoy reloco guacho dame todo o te meto un tiro en el orto gil hijo de puta y la concha puta de tu madre quiero tu silencio tus gritos.

Brotan las sirenas, como banda de sonido de una realidad de mierda. Hay noticias, marchas, seguridad, caza de brujas, clientelismo, negociados, que se maten entre ellos estaba bien pero ahora nos matan a nosotros.

Entonces se pudrió todo, ¿que se creen estos negros de mierda y la concha de su madre? Justicia es vender pero no recibir violencia ¿en que nos hemos convertidos?

Temerarios y temerosos en un mundo de mierda. Sino existieran los seres humanos no habría internet y usted habitaría otra galaxia, otro cuerpo, con menos razón, ego, monstruos, prejuicios, ni cable ni canales de noticias, esa turba de hijos de puta que se llenan los bolsillos con la tragedia de los trágicos de siempre.

Tengo que parar, me duelen las manos y el corazón. A esta movida no la entiendo pero busco que la prostituta explicación de turno me serene y traiga tranquilidad para elegir que zapatillas me pongo para ir a comprar la carne para el asado.

Mi mujer se despierta y me dice que no me preocupe que todo va a estar mejor.

Que:

el televisor, el dvd, el auto, el shopping, el gimnasio, el celular, el photoshop, las cirugías, el fútbol, el verano y las tapas de los semanarios (que muestran gente en un balneario como la gente) van a lograr que la “gente” se olvida de “los otros”, metáfora lostiana para describir a los pendejosdrogadictosconarmasyesemalditocolordepiel.

“Tiene razón”, me digo a mi mismo, tratando de convencerme. Experimento una angustiosa calma y le digo a Emiliano, mi amigo, que prenda el fuego mientras preparo un fernet.

Miro hacia la ventana y el futuro baila en el aire como una hoja en otoño. Flexiono y trato de aliviar el cuello contracturado, aprovecho para prender un cigarro y cierro los ojos, pienso en mi vieja y en el pibito de 12 años que murió la semana pasada, con dos fierros en sus manitos, una bala en el pecho y sin ser noticia.

Humedezco el filtro en mis labios y remuevo el pasado buscando una garantía de felicidad. Abrazo a mi hija con la mente, busco recuerdos, instantes de bienestar emocional pero después de todo, la tristeza me invade y cada intención es en vano.

Dejo que las dudas se apoderen de mí, mientras navego las ideas que trastocan la presunta fortaleza de mis ideales. Se oye un aplauso. Es para el asador.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Rocanpoetry! Naturaleza Muerta (Cdo. 1)



rocanpoetry #10
sábado 20 de diciembre, 23 Hs.
México 3854, Almagro
entrada libre y gratuita!


sonidos:
Factor Sorpresa
Santi y sus viejas del agua
Sibel Pagano
Mathias de Breyne


palabras:
Juan Alberto Crasci
Fernando Bogado
Juan Manuel Daza
Sebastián Realini
Jeremías Ramaro
Gonzalo Duro
Mariano Massone
Walter Godoy
Victoria Palacios
Inés Rando
Nora Fiñuken
Madame Barfly



A las 6 servimos el desayuno!

Reacción en Cadena (Cdo. 2)

Rocanpoetry!


jueves, 11 de diciembre de 2008

FAQ

FILETEAME UN GOTÁN
Por Sandra Espósito

Me imagino un encuentro con un maestro oriental y la pregunta del neófito ¿qué es la vida?, “La vida es un filete”, sería una posible respuesta. Porque fue así, en una vuelta de filete, en un rizo, casi un bigote enrulado, un día nos encontramos con Gabriel Sánchez, fileteador, artista, laburante de pinceles y pinceletas. Una entrevista imperdible:

S.E: ¿En qué estas trabajando ahora?
G.S: Queremos empezar una movida con Molina, juntar artistas, algo que siempre quise hacer. El fin de semana pasado nos internamos a trabajar. Estamos a punto de hacer un mural ahora, ahí estamos armando algo lindo.
S.E: Eso de los murales, ¿cómo es? Me contás un poco…
G.S.: Hay dos: uno es un mural que salió en forma privada, lo vendemos. Y mañana tenemos otro en Barracas. Ese tipo de mural forma parte de un proyecto para un centro cultural, que surgió cuando estábamos trabajando con Filete Colectivo. La idea era hacer tres murales participativos, con la gente del barrio, ahí se engancha quien quiere, desde el boceto hasta la realización del mural. Si bien es remunerado, es muy poco dinero, alcanza para comprar pinceles para el grupo y nada más.
S.E: ¿Cómo es lo del grupo? porque yo no sé nada
G.S: El grupo ya fue, se llamaba Filete Colectivo. Estuvimos laburando casi dos años, haciendo murales.
S.E. ¿Cómo se había formado?
Nos juntamos por Internet. Fue muy loco, porque no nos conocíamos, nadie con nadie. Un alumno me dijo: “mirá que algunos compañeros míos están armando un grupo de fileteros”. Ya venían tirándose mails, y participábamos de un foro de fileteros, seríamos unos quince. Ese foro lo manejaba una mujer fileteadora y nunca se hacía nada, no había exposiciones, nada importante. Y, sin querer, cinco o diez de ese grupo, los que más hablábamos y tirábamos una onda más comprometida, un día propusimos: “mataría hacer un mural sobre una historia, laburar en una villa, o qué sé yo”. Como la coordinadora del foro no estaba de acuerdo, nos empezamos a pasar los correos y a hablar más privadamente: “vos tirás esta onda, a mí me interesa, y aquel otro también se copa”, y así empezamos a juntarnos. Salieron unas cosas alucinantes. Se armó un grupo increíble, hicimos como sesenta acciones en un año, desde murales hasta acompañamiento de escrache a comisarías, gatillo fácil y esas cosas. Después vino el viaje a Rosario, por los 30 años de Walsh hicimos un mural en la Plaza Cívica. Jorge Molina es rosarino, por eso tiene contactos con Derechos Humanos allá, y nos facilitaron el viaje. Otra de las participantes es cordobesa, así que fuimos dos veces a Río Cuarto y dormíamos en la cancha de Atenas. Había un par de fanáticos de Atenas que tenían boliche, y ellos nos traían asado, pizza, estábamos muy bien ahí, dormíamos en los vestuarios. La segunda vez que fuimos, paramos cuatro días en la casa de esa chica, Sofi, éramos como quince, pobrecita…
Después, por conflictos del grupo, se desarmó Filete Colectivo. Ahora estamos tratando de armar algo. Mañana hay un mural en Barracas, tomaron la posta dos de los chicos y yo me engancho también, seguramente hay dos o tres más que se van a sumar.
Acá en Hurlingham, nos quedó un mural por la mitad, en Rubén Darío. Es una buena ocasión para hacer una linda movida, en la estación vieja de Darío. Habíamos empezado a armar una historia con los vecinos para recuperar ese espacio, limpiarlo, porque estaba muy feo: hay afanos, no hay luces… Cuando quieren poner una luz, vienen los del ferrocarril y la cortan, la estación está abandonada hace mil años… mala onda. No es ni del ferrocarril, porque es una calle, ni del municipio porque es estación, nadie se hace cargo de ese tramo.
S.E.: ¿Y si se hiciera una especie de pasaje?
G.S: Hay que hacer un pasaje cultural, que es lo que nos gustaría armar.
S.E.: ¿Con banquitos, luces…?
G.S.: Claro, y todo ese pasto tiene adoquines abajo, es la calle Tambo Nuevo, es hermoso…alucinante. La idea era reunirnos los domingos; habíamos empezado a armar una asamblea para ver qué íbamos a hacer en este lugar.
La otra movida con murales que hicimos es la de los chicos de “Seguimos andando”: Lautaro, Martina y otros chicos más. En la estación de Hurlingham hicimos dos. Este año se hizo un evento con murga, estuvo Pino Fernández. Eso lo tenemos todo documentado, si entrás al blog lo podés ver. También hicimos un mural en la canchita de Urquiza, ahí el municipio hizo un evento que se llamó “Vamos a la plaza”. Nos preguntaron si queríamos hacer un mural, nos dieron las pinturas, las mesas, nos armaron todo y así hicimos un trabajo en la placita Urquiza. Está re lindo ese mural.
S.E. ¿Y cuándo empezaste con esta actividad de los filetes, murales, todo lo que hacés?
G.S.: Desde siempre. Cuando era chico, mi vieja me tiraba un papel y un par de lápices en el piso y me sacaba de encima, “murió Gaby” por un rato.
Y con los libros, imaginaba que los párrafos eran dibujos. Entonces jugaba con una birome y eran todos callejones a los que iba entrando y se transformaba en un laberinto. Construía la película de que otro lo seguía, armaba competencias: hacía un movimiento cada uno y el que descubría la salida ganaba.
S.E.: Tiene que ver con tirar líneas ¿no?
G.S.: Sí, y después me hice letrista. Mi vieja me mandó a estudiar dibujo, pero no me dieron mucha bolilla con eso porque pensaban que me iba a morir de hambre. Iba al vecino que enseñaba dibujo. Después, ya más grande, fui a una academia trucha, no sabía dónde meterme, no tenía orientación. También había una revista de historietas que enviaba los cursos por correo. Me mandaron un juego de magia, y después las cosas para aprender dibujo. Y con eso medio que aprendí a dibujar algo. Entonces, yo era letrista y dibujante. Lo mezclás y te sale un filetero, al toque. No queda otra.
Laburé en muchos talleres de letras, donde conocí letristas viejos, y algunos me explicaron que antes se hacía el filete, que los carros, que los bondis… El letrista dice despectivamente “ah, este es filetero” y el filetero: “ah, este es letrista…”
S.E.: ¿Lo que le molesta al letrista es que el fileteador hace dibujitos, que adorna?
G.S.: Claro, sobre todo que no se especializa en la construcción de la letra, en la diagramación de un cartel. Es un dibujante. Y el letrista, no. Pero más o menos se relacionan: son los mismos pinceles, las mismas pinturas, el mismo soporte, las mismas técnicas. Pero, por lo general, se dedican a distintos diseños. Yo antes era letrista y no sabía dibujar un moño, por ejemplo. Ahora me doy cuenta que el filete tiene toda una estructura increíble, es como un idioma. Tiene todo lo que tiene que tener para ser considerado un arte fuera de las otras. Para el artista plástico, el filetero era un obrero, es un oficio. El filete era propio de un carro, de un colectivo o de un cartel. Entonces, cuando se hacían las exposiciones de filetes, no se ponía un cuadro fileteado sino un camión, o un pedazo de un antiguo carro, una recopilación de objetos. Era netamente comercial, si querías comprar filete tenías que comprarte un carro. Martiniano Arce, uno de los jóvenes de la última camada de viejos fileteros, fue el primero en llevarlo al atril, hizo cuadros. Ahí comenzó a comercializarse como arte plástica. Porque antes venía el dueño de un carro, te pagaba tanto y no podías tardar más de los días que se convenía. En cambio ahora, si uno quiere hacer un cuadro para la casa, tiene todo el tiempo del mundo. Es otra etapa del filete, que nació siendo un trabajo en conjunto con carpinteros, herreros, y una cantidad de gente que trabajaba en las fábricas de carros. Primero, el pintor de liso le daba una mano, generalmente a dos colores. Y el fileteador le tiraba la línea a la unión de los dos colores, que era una línea gris, municipal y obligatoria. El arte consistía en tirar esa línea. También hacía bicicletas, el laburo era una línea decorativa, eso quiere decir filete. Hasta que vino uno y a esa línea le tiró un rulo, otro le puso una flor, y ahí se empezó a armar un repertorio que adquirió personalidad propia, si bien los elementos son tomados de culturas como la italiana, la griega… Los primeros fileteadores fueron todos tanos. Por eso no tener un apellido tano queda desprolijo. Yo soy Sánchez y para fileteador no es como llamarse Genovese, Carboni o Ventura.
S.E.: Es interesante porque también es cierto que estas artes son muy lindas pero en sus orígenes son marginales, gente que tiene que laburar para comer pero se enganchan a darle un vuelo a su trabajo.
G.S.: Los yeseros, por ejemplo, eran artistas increíbles. Una vez me invitaron a participar en la feria de oficios perdidos: el herrero artístico, el fileteador, el yesero. Este era el que hacía las molduras, los balcones de las casas viejas, todo el trabajo de moldería. El ebanista también. Eran gente que manejaba por una parte el oficio y por otra, el arte. No se valoraba eso. Ahora hay un resurgimiento de producción contemporánea, y no tanto el machaque con lo que ya está canonizado. Actualmente hay artistas plásticos que hacen filete y empieza la lucha con los viejos fileteadores, que opinan que pueden saber mucho de técnica, de color, de estructura, pero no es filetero, nunca estuvo en un taller de colectivos pintando.
S.E.: También hay algo lindo, y es que el fileteador le da mucha importancia al texto, no hay solo imagen.
G.S.: Bueno, precisamente, el filete tiene la parte iconográfica y la parte literaria. Borges definía al filete como “los costados tendenciosos de Buenos Aires”, en Evaristo Carriego. Y se refería a toda la idiosincrasia que demarcaban los costados de los colectivos, de los carros. Hay todo un estudio sobre la iconografía del filete, era un modo de expresión, un modo de hablar. Hubo un momento en que estuvo prohibido el fileteado del transporte público, en el 75 ó 76, en pleno quilombo.
Te decía que el filete nace comercialmente y hoy, todavía, el espíritu del filete es pintar un cartel o una vidriera. Yo siempre laburé con eso, pero el trabajo de letrista no me gustaba mucho y hoy pude separarme un poco. Si me llaman para hacer un cartel con letras pintadas, tal vez no voy. Hay mucho plotter, eso mató al letrista. Aunque no es lo mismo, comercialmente no le importa a nadie.
S.E.: Más o menos, porque si uno pasa por Pizza Pizzuela ve que hay algo diferente, artesanal, en el cartel.
G.S.: Sí, pero no todos lo ven. Lo que hago ahora es lo mismo que cuando era letrista (carteles, vidrieras, paredes) pero con filetes, después de mucho esfuerzo pude juntar esas dos cosas y vivir de eso.
S.E.: Además das clases¿ no?
G.S: Sí, doy clases acá en mi casa y en Ituzaingó, en un edificio donde funciona un proyecto de cultura, con la recuperación de oficios viejos: hay plateros, sogueros, cesteros, cerámica, telar. Inclusive, todo con técnicas autóctonas, argentinas. El lugar se llama TIAB (Talleres Integrales de Artesanías Bonaerenses), tiene el objeto de recuperar nuestra artesanía. Ahí hace cuatro años que doy clases, contratado por el municipio y los alumnos no pagan nada, eso es lo que está bueno.
S.E.: ¿También se hacen filetes para murgas, por ejemplo?
G.S.: Hice un par, tengo unos amigos que son murgueros. El filete con la murga se llevan de la mano. Con la murga y con el tango. Creo que más con el tango. Digo que el filete es la parte pictórica del tango y el tango, la música del filete. Nacen juntos a principios del siglo pasado, en los mismos lugares, con los mismos tanos, el mismo arrabal. El filete hace mucha alusión a la parte iconográfica del tango, de los cien barrios porteños, de La Boca. El filete es tango.
S.E.: Hay algo sin embargo que los distingue, porque el filete parece no tener la melancolía que tiene el tango, en sus colores, en sus formas, ¿o no?
G.S.: No sé, si me pongo a pensar no sé… El tango de hoy tampoco tiene la misma melancolía que el tango original. Pero si pensamos en las frases que tiene el texto del filete, siempre está la madre, la familia, el sacrificio. Aunque sí es cierto que hay una explosión de colores.
Por otro lado, fijate que el tango tiene mucho contraste de sonidos y de tiempos, como el filete, que tiene contraste de colores y de trazos.
S.E.: ¿Tiene ritmos parecidos?
G.S.: Sí, creo que sí. Por donde los mire, para mí son iguales. No soy músico para darme cuenta de otras cosas, pero así por lo que se huele nomás, por lo que andan diciendo por ahí, parecen iguales. Y la idiosincrasia es la misma.
S.E.: ¿Tendrá algo que ver la importancia que le dan al marco, lo negro y lo dorado?
G.S.: Sí, muy negro, muy dorado. La letra muy decorada del filete tiene mucho que ver con los primeros letristas que laburaban con oro a la hoja, era una profesión de franceses. Bueno, ellos tenían la letra gótica y acá un poco en burla a esa letra le decían la letra “ergóstica”, y hacían una caricaturización de la gótica, que sin querer dio lugar a hacer unas letras con unos laburos increíbles, con sombras, con sombras transparentes, con finos gruesos. Es como el charango y la guitarra, ¿viste que el charango nació como una cargada a la guitarra y terminó siendo un instrumento?; en este caso, es más o menos lo mismo. Pero el filete tiene como característica el pulso rápido, una línea rápida, la velocidad, algo que queda definido en el aire, y también el corte perfecto. Lo que tiene para un lado, lo tiene para el otro: si hay algo, también hay lo contrario.
S.E.: Es muy barroco
G.S.: Sí, los primeros fileteadores tomaban mucho del frente del teatro Cervantes, o de ornatos del ebanista, del yesero, del herrero artístico. Además, se trata de lograr ese relieve en la pintura. Hay filetes de muchos lugares del mundo: Cartagena, Brasil, los gitanos tienen en sus carros decorados con mucho contraste de color, con la misma técnica de pintura. India también tiene mucho laburo de fileteado particular. Los ingleses, si te acordás de las máquinas viejas, desde locomotoras hasta máquinas de coser, venían con filetes dorados, trabajados. Los alemanes, también.

La conversación con Gabriel Sánchez de a ratos se parece a un carro fileteado, con rulos finos y gruesos, a veces con moños, contrastes, colores brillantes y ritmos melancólicos, risas espontáneas y serios dorados en los marcos. Por momentos, adornan cintas argentinas.
S.E.: Me dijiste que tenías una invitación pendiente a Santiago, ¿me contás de qué se trata?
G.S.: En Santiago hice un trabajo de murales, invitado por el Ministerio de Educación de la Nación, un proyecto llamado “Murales que hablan”. Éramos seis o siete muralistas afectados al proyecto. A mí me mandaron el anteaño pasado a Entre Ríos, durante un mes, a trabajar en Bajada Grande, Paraná, Gualeguay y Villa Mantero, este último un pueblito de 1.500 habitantes, que era una antigua estación de tren, hoy ya abandonada. El pueblo nació por la estación Villa Mantero. Después, chau el tren y chau el pueblo; hoy quedan poquitos habitantes, hay una escuela, un pueblito muy perdido. Entonces, yo iba a trabajar como coordinador muralista del CAJ (Centro de Actividades Juveniles), que es un proyecto del ministerio para los no escolarizados. Hay muchos deportes, incluso ajedrez. Si uno es profesor de literatura, pondrá un taller literario, está el que toca un instrumento y hace un taller de música; es decir, según el artista del lugar se hace el taller. En el mismo proyecto se hizo “Subite al colectivo”, que consistía en un colectivo que viajaba con diez talleristas distintos, tres días en cada pueblo. Y se hacía un despliegue muy grande de distintas actividades: mural, títeres, teatro, historietas, fotografía, cine, actuación. Dentro de ese proyecto, “Murales que hablan”, consistía en un muralista que iba un mes a una provincia, una semana a cada pueblo. A mí me tocaron los cuatro de Entre Ríos que te nombré. El año pasado fui un mes a Salta y a Santiago del Estero. En La Banda, salió el mural Ojo de Agua, que es un pueblo en el que no hay agua. Una de las problemáticas que trabajaron los pibes fue la cantidad de fuentes con aguas danzantes que habían hecho (lavando guita, ¿no?, obvio, ¿para qué vamos a andar con vueltas?) Y paradójicamente, en Ojo de Agua, no hay agua. No se puede tomar la que hay porque tiene arsénico, no hay pozos, tienen que dinamitar. Y traen el agua de sesenta kilómetros y la pagan a precio político. ¿Viste que acá sabemos que algún día el agua va a escasear? Bueno, allá escasea. Nosotros no lo imaginamos siquiera. Y el comercio que se arma con eso es terrible.
Lo más copado de ese proyecto era que uno iba con la consigna de que los pibes cuenten su problemática. Esa es la idea general, después cada uno va con sus prioridades. Por ejemplo, la mía era trabajar el equipo, que puedan trabajar entre ellos, laburar el compañerismo, la generosidad. Ver que todo tiene su propio lugar en el mural, no necesariamente tenés que saber pintar o dibujar, hay trabajos de organización, de limpieza. La consigna era que podían decir lo que querían, con libertad absoluta para expresar. El primer día no se largaban, pero cuando empezaron a hablar salían unos temas muy fuertes. En cada pueblo, surgían cosas distintas. En el Sur, por ejemplo, muy a flor la temática de las minas a cielo abierto y a cielo cerrado. La deforestación, la droga. Los primeros temas que surgen son los dos o tres que están implantados por el Estado. Y hay que hacer un laburo de correr para otros lados. Es un trabajo muy rico, muy lindo. Ahora está flotando una invitación a Santiago del Estero para seguir en ese rumbo.
Contactos: http://www.fileteado.blogspot.com/. fileteado@gmail.com
Tel: 4662-7299. Pedro de Mendoza 1137. Hurlingham.

Más del Rapto: Rococó quería volar de Mónica Correa

Había una vez una bella rosita rococó del color rosado que ustedes imaginan, ese que pinta las ilusiones de todas las personas de la tierra y las alas de los ángeles que cuidan a los niños desde el principio de los tiempos.
Se llamaba Rococó, no sólo por pertenecer a dicha familia de rosas, sino por su manera coqueta de bailar con el viento y por su costumbre de guardar secretos de amor bien plegaditos entre sus pétalos perfumados.
Todas las flores del pantano, donde había nacido, le contaban sus penas, sus deseos porque ella sabía murmurar palabras aterciopeladas que suavemente se colaban por los oídos y mágicamente se convertían en agua fresca y cristalina que lavaba la mirada de tal manera que después de charlar con Rococó, el horizonte se ensanchaba tanto, tanto que todos los problemas se veían con amor, con humor y esperanza.
Rococó era feliz cuando sus hermanas y hermanos vegetales encontraban consuelo, no podía soportar el doloroso silencio de nadie, sentía que era mucho menos pesada la carga de los problemas si se compartían.
Así transcurría su vida, tan ocupada en buscar palabras curativas para ella y para todo el pantano porque si de algo estaba segura Rococó era del poder de sanación de las palabras, por supuesto que en idioma vegetal.
Pero una mañana de primavera la vida de Rococó dio un vuelco: Todas las flores, todos los arbustos y árboles dormían tranquilamente cuando ella despertó. Apenas nacía el día, era tan temprano que ya se estaba acomodando en su corola para dormitar y seguir soñando cuando el aleteo vigoroso de un pájaro extraño la despabiló.
Miró hacia lo más alto del cielo y lo vio.
Se enamoró de él a primera vista.
"¡Ah qué vuelo tan recto, tan esplendoroso, qué planeo fascinante el de este joven pájaro!"- se dijo Rococó.
Pero más que palabras le brotaron temblores rojos a ella, que era rosada...
A ella que era rosada y pudorosa un escalofrío le recorrió su verde cintura cuando él la miró de soslayo con esos extraños ojos amarillos que eran sólo dos líneas tan rectas como su vuelo.
Vuelo negro de plumas negras en el rosa-rosado-rojo del cielo, en el rosa-rosado-rojo de su anhelo.
Cuando el ave desapareció, Rococó quiso esconder este secreto, pero era tan grande que no le cupo en su delgadez. Al despertarse todos sus amigos pudieron verlo a la luz dorada de esa nueva mañana pero, aunque se acercaron sorprendidos por el cambio que se había operado en Rococó, no pudieron entender nada porque ella permaneció callada, ida, flotando con la brisa durante muchos días.
Por las noches casi no dormía por miedo a perderse las piruetas en el cielo de su amado al despuntar el alba.
Con tanto amor lo miró durante tanto tiempo que sus miradas comenzaron a encontrarse rápida y fugitivamente.
Su familia vegetal estaba muy preocupada, la veían palidecer y adelgazar según pasaban los días, por eso una tarde decidieron hablar con ella.
Rococó, aunque quería contarles a todos, sentía que esta vez no tenía palabras, claro, el amor no se puede explicar... Igualmente todos la comprendieron y le pidieron que les comunicara cómo ayudarla.
Ella les dijo simplemente: "-Quiero volar para siempre con él".
Esa noche todos envolvieron sus raíces con mucha tierra húmeda y fértil para protegerla y se despidieron a pedido de ella para que al amanecer el ave se acercase a llevarla.
Vestida de novia por el rocío perlado del alba, posada sobre el pantano esperó trémula a su amor.
De pronto un gran pico rasgó el cielo. Antes de que dos blancas nubes vendaran la herida abierta en la piel celeste, Rococó pudo entrever, con miedo, ese otro mundo del que alguna vez había oído hablar...
Cuando el ave bajó al pantano, ella olvidó toda desconfianza y aunque él no le dijo palabra al levantarla con el ala con ademán de plumífero prepotente, ella se sintió toda novia, toda íntima, toda completa y más Rococó que nunca.
El pájaro fue subiendo y subiendo, sin el menor cuidado por la frágil naturaleza de Rococó, pero ella estaba tan extasiada, nunca había contemplado la inmensidad de la tierra desde tan arriba.
Un brusco movimiento sacudió sus sueños, le tiritaron los pétalos al advertir que su amado piloto le había propinado un nuevo picotazo al cielo. Rococó vio su atuendo nupcial salpicado de sangre azul-celeste. Quiso hablarle pero no pudo, no le salían las palabras. En ese momento se dio cuenta que nunca había hablado con él.
Para confortarse recordó lo que su abuela Rococonona le decía: "-Naciste con una estrella, siempre tendrás su protección".
Rococó vio luces, calles, edificios, torres, autos, pero no podía descifrar el significado de ese nuevo mundo que quedaba detrás, adelante, abajo o arriba de su mundo.
Pero de pronto algo le fue muy familiar: Un cartel amarillo de neón hizo latir su corazón, claro era igualito a los ojos de él; entonces estiró sus pequeñas hojas y lo abrazó. El ave se sacudió bruscamente, no estaba acostumbrado a los mimos: Era un pájaro soberbio y solitario cuya familia era una empresa de aerolíneas que lo había pintado magníficamente en un gran cartel que era su hogar.