jueves, 11 de diciembre de 2008

FAQ

FILETEAME UN GOTÁN
Por Sandra Espósito

Me imagino un encuentro con un maestro oriental y la pregunta del neófito ¿qué es la vida?, “La vida es un filete”, sería una posible respuesta. Porque fue así, en una vuelta de filete, en un rizo, casi un bigote enrulado, un día nos encontramos con Gabriel Sánchez, fileteador, artista, laburante de pinceles y pinceletas. Una entrevista imperdible:

S.E: ¿En qué estas trabajando ahora?
G.S: Queremos empezar una movida con Molina, juntar artistas, algo que siempre quise hacer. El fin de semana pasado nos internamos a trabajar. Estamos a punto de hacer un mural ahora, ahí estamos armando algo lindo.
S.E: Eso de los murales, ¿cómo es? Me contás un poco…
G.S.: Hay dos: uno es un mural que salió en forma privada, lo vendemos. Y mañana tenemos otro en Barracas. Ese tipo de mural forma parte de un proyecto para un centro cultural, que surgió cuando estábamos trabajando con Filete Colectivo. La idea era hacer tres murales participativos, con la gente del barrio, ahí se engancha quien quiere, desde el boceto hasta la realización del mural. Si bien es remunerado, es muy poco dinero, alcanza para comprar pinceles para el grupo y nada más.
S.E: ¿Cómo es lo del grupo? porque yo no sé nada
G.S: El grupo ya fue, se llamaba Filete Colectivo. Estuvimos laburando casi dos años, haciendo murales.
S.E. ¿Cómo se había formado?
Nos juntamos por Internet. Fue muy loco, porque no nos conocíamos, nadie con nadie. Un alumno me dijo: “mirá que algunos compañeros míos están armando un grupo de fileteros”. Ya venían tirándose mails, y participábamos de un foro de fileteros, seríamos unos quince. Ese foro lo manejaba una mujer fileteadora y nunca se hacía nada, no había exposiciones, nada importante. Y, sin querer, cinco o diez de ese grupo, los que más hablábamos y tirábamos una onda más comprometida, un día propusimos: “mataría hacer un mural sobre una historia, laburar en una villa, o qué sé yo”. Como la coordinadora del foro no estaba de acuerdo, nos empezamos a pasar los correos y a hablar más privadamente: “vos tirás esta onda, a mí me interesa, y aquel otro también se copa”, y así empezamos a juntarnos. Salieron unas cosas alucinantes. Se armó un grupo increíble, hicimos como sesenta acciones en un año, desde murales hasta acompañamiento de escrache a comisarías, gatillo fácil y esas cosas. Después vino el viaje a Rosario, por los 30 años de Walsh hicimos un mural en la Plaza Cívica. Jorge Molina es rosarino, por eso tiene contactos con Derechos Humanos allá, y nos facilitaron el viaje. Otra de las participantes es cordobesa, así que fuimos dos veces a Río Cuarto y dormíamos en la cancha de Atenas. Había un par de fanáticos de Atenas que tenían boliche, y ellos nos traían asado, pizza, estábamos muy bien ahí, dormíamos en los vestuarios. La segunda vez que fuimos, paramos cuatro días en la casa de esa chica, Sofi, éramos como quince, pobrecita…
Después, por conflictos del grupo, se desarmó Filete Colectivo. Ahora estamos tratando de armar algo. Mañana hay un mural en Barracas, tomaron la posta dos de los chicos y yo me engancho también, seguramente hay dos o tres más que se van a sumar.
Acá en Hurlingham, nos quedó un mural por la mitad, en Rubén Darío. Es una buena ocasión para hacer una linda movida, en la estación vieja de Darío. Habíamos empezado a armar una historia con los vecinos para recuperar ese espacio, limpiarlo, porque estaba muy feo: hay afanos, no hay luces… Cuando quieren poner una luz, vienen los del ferrocarril y la cortan, la estación está abandonada hace mil años… mala onda. No es ni del ferrocarril, porque es una calle, ni del municipio porque es estación, nadie se hace cargo de ese tramo.
S.E.: ¿Y si se hiciera una especie de pasaje?
G.S: Hay que hacer un pasaje cultural, que es lo que nos gustaría armar.
S.E.: ¿Con banquitos, luces…?
G.S.: Claro, y todo ese pasto tiene adoquines abajo, es la calle Tambo Nuevo, es hermoso…alucinante. La idea era reunirnos los domingos; habíamos empezado a armar una asamblea para ver qué íbamos a hacer en este lugar.
La otra movida con murales que hicimos es la de los chicos de “Seguimos andando”: Lautaro, Martina y otros chicos más. En la estación de Hurlingham hicimos dos. Este año se hizo un evento con murga, estuvo Pino Fernández. Eso lo tenemos todo documentado, si entrás al blog lo podés ver. También hicimos un mural en la canchita de Urquiza, ahí el municipio hizo un evento que se llamó “Vamos a la plaza”. Nos preguntaron si queríamos hacer un mural, nos dieron las pinturas, las mesas, nos armaron todo y así hicimos un trabajo en la placita Urquiza. Está re lindo ese mural.
S.E. ¿Y cuándo empezaste con esta actividad de los filetes, murales, todo lo que hacés?
G.S.: Desde siempre. Cuando era chico, mi vieja me tiraba un papel y un par de lápices en el piso y me sacaba de encima, “murió Gaby” por un rato.
Y con los libros, imaginaba que los párrafos eran dibujos. Entonces jugaba con una birome y eran todos callejones a los que iba entrando y se transformaba en un laberinto. Construía la película de que otro lo seguía, armaba competencias: hacía un movimiento cada uno y el que descubría la salida ganaba.
S.E.: Tiene que ver con tirar líneas ¿no?
G.S.: Sí, y después me hice letrista. Mi vieja me mandó a estudiar dibujo, pero no me dieron mucha bolilla con eso porque pensaban que me iba a morir de hambre. Iba al vecino que enseñaba dibujo. Después, ya más grande, fui a una academia trucha, no sabía dónde meterme, no tenía orientación. También había una revista de historietas que enviaba los cursos por correo. Me mandaron un juego de magia, y después las cosas para aprender dibujo. Y con eso medio que aprendí a dibujar algo. Entonces, yo era letrista y dibujante. Lo mezclás y te sale un filetero, al toque. No queda otra.
Laburé en muchos talleres de letras, donde conocí letristas viejos, y algunos me explicaron que antes se hacía el filete, que los carros, que los bondis… El letrista dice despectivamente “ah, este es filetero” y el filetero: “ah, este es letrista…”
S.E.: ¿Lo que le molesta al letrista es que el fileteador hace dibujitos, que adorna?
G.S.: Claro, sobre todo que no se especializa en la construcción de la letra, en la diagramación de un cartel. Es un dibujante. Y el letrista, no. Pero más o menos se relacionan: son los mismos pinceles, las mismas pinturas, el mismo soporte, las mismas técnicas. Pero, por lo general, se dedican a distintos diseños. Yo antes era letrista y no sabía dibujar un moño, por ejemplo. Ahora me doy cuenta que el filete tiene toda una estructura increíble, es como un idioma. Tiene todo lo que tiene que tener para ser considerado un arte fuera de las otras. Para el artista plástico, el filetero era un obrero, es un oficio. El filete era propio de un carro, de un colectivo o de un cartel. Entonces, cuando se hacían las exposiciones de filetes, no se ponía un cuadro fileteado sino un camión, o un pedazo de un antiguo carro, una recopilación de objetos. Era netamente comercial, si querías comprar filete tenías que comprarte un carro. Martiniano Arce, uno de los jóvenes de la última camada de viejos fileteros, fue el primero en llevarlo al atril, hizo cuadros. Ahí comenzó a comercializarse como arte plástica. Porque antes venía el dueño de un carro, te pagaba tanto y no podías tardar más de los días que se convenía. En cambio ahora, si uno quiere hacer un cuadro para la casa, tiene todo el tiempo del mundo. Es otra etapa del filete, que nació siendo un trabajo en conjunto con carpinteros, herreros, y una cantidad de gente que trabajaba en las fábricas de carros. Primero, el pintor de liso le daba una mano, generalmente a dos colores. Y el fileteador le tiraba la línea a la unión de los dos colores, que era una línea gris, municipal y obligatoria. El arte consistía en tirar esa línea. También hacía bicicletas, el laburo era una línea decorativa, eso quiere decir filete. Hasta que vino uno y a esa línea le tiró un rulo, otro le puso una flor, y ahí se empezó a armar un repertorio que adquirió personalidad propia, si bien los elementos son tomados de culturas como la italiana, la griega… Los primeros fileteadores fueron todos tanos. Por eso no tener un apellido tano queda desprolijo. Yo soy Sánchez y para fileteador no es como llamarse Genovese, Carboni o Ventura.
S.E.: Es interesante porque también es cierto que estas artes son muy lindas pero en sus orígenes son marginales, gente que tiene que laburar para comer pero se enganchan a darle un vuelo a su trabajo.
G.S.: Los yeseros, por ejemplo, eran artistas increíbles. Una vez me invitaron a participar en la feria de oficios perdidos: el herrero artístico, el fileteador, el yesero. Este era el que hacía las molduras, los balcones de las casas viejas, todo el trabajo de moldería. El ebanista también. Eran gente que manejaba por una parte el oficio y por otra, el arte. No se valoraba eso. Ahora hay un resurgimiento de producción contemporánea, y no tanto el machaque con lo que ya está canonizado. Actualmente hay artistas plásticos que hacen filete y empieza la lucha con los viejos fileteadores, que opinan que pueden saber mucho de técnica, de color, de estructura, pero no es filetero, nunca estuvo en un taller de colectivos pintando.
S.E.: También hay algo lindo, y es que el fileteador le da mucha importancia al texto, no hay solo imagen.
G.S.: Bueno, precisamente, el filete tiene la parte iconográfica y la parte literaria. Borges definía al filete como “los costados tendenciosos de Buenos Aires”, en Evaristo Carriego. Y se refería a toda la idiosincrasia que demarcaban los costados de los colectivos, de los carros. Hay todo un estudio sobre la iconografía del filete, era un modo de expresión, un modo de hablar. Hubo un momento en que estuvo prohibido el fileteado del transporte público, en el 75 ó 76, en pleno quilombo.
Te decía que el filete nace comercialmente y hoy, todavía, el espíritu del filete es pintar un cartel o una vidriera. Yo siempre laburé con eso, pero el trabajo de letrista no me gustaba mucho y hoy pude separarme un poco. Si me llaman para hacer un cartel con letras pintadas, tal vez no voy. Hay mucho plotter, eso mató al letrista. Aunque no es lo mismo, comercialmente no le importa a nadie.
S.E.: Más o menos, porque si uno pasa por Pizza Pizzuela ve que hay algo diferente, artesanal, en el cartel.
G.S.: Sí, pero no todos lo ven. Lo que hago ahora es lo mismo que cuando era letrista (carteles, vidrieras, paredes) pero con filetes, después de mucho esfuerzo pude juntar esas dos cosas y vivir de eso.
S.E.: Además das clases¿ no?
G.S: Sí, doy clases acá en mi casa y en Ituzaingó, en un edificio donde funciona un proyecto de cultura, con la recuperación de oficios viejos: hay plateros, sogueros, cesteros, cerámica, telar. Inclusive, todo con técnicas autóctonas, argentinas. El lugar se llama TIAB (Talleres Integrales de Artesanías Bonaerenses), tiene el objeto de recuperar nuestra artesanía. Ahí hace cuatro años que doy clases, contratado por el municipio y los alumnos no pagan nada, eso es lo que está bueno.
S.E.: ¿También se hacen filetes para murgas, por ejemplo?
G.S.: Hice un par, tengo unos amigos que son murgueros. El filete con la murga se llevan de la mano. Con la murga y con el tango. Creo que más con el tango. Digo que el filete es la parte pictórica del tango y el tango, la música del filete. Nacen juntos a principios del siglo pasado, en los mismos lugares, con los mismos tanos, el mismo arrabal. El filete hace mucha alusión a la parte iconográfica del tango, de los cien barrios porteños, de La Boca. El filete es tango.
S.E.: Hay algo sin embargo que los distingue, porque el filete parece no tener la melancolía que tiene el tango, en sus colores, en sus formas, ¿o no?
G.S.: No sé, si me pongo a pensar no sé… El tango de hoy tampoco tiene la misma melancolía que el tango original. Pero si pensamos en las frases que tiene el texto del filete, siempre está la madre, la familia, el sacrificio. Aunque sí es cierto que hay una explosión de colores.
Por otro lado, fijate que el tango tiene mucho contraste de sonidos y de tiempos, como el filete, que tiene contraste de colores y de trazos.
S.E.: ¿Tiene ritmos parecidos?
G.S.: Sí, creo que sí. Por donde los mire, para mí son iguales. No soy músico para darme cuenta de otras cosas, pero así por lo que se huele nomás, por lo que andan diciendo por ahí, parecen iguales. Y la idiosincrasia es la misma.
S.E.: ¿Tendrá algo que ver la importancia que le dan al marco, lo negro y lo dorado?
G.S.: Sí, muy negro, muy dorado. La letra muy decorada del filete tiene mucho que ver con los primeros letristas que laburaban con oro a la hoja, era una profesión de franceses. Bueno, ellos tenían la letra gótica y acá un poco en burla a esa letra le decían la letra “ergóstica”, y hacían una caricaturización de la gótica, que sin querer dio lugar a hacer unas letras con unos laburos increíbles, con sombras, con sombras transparentes, con finos gruesos. Es como el charango y la guitarra, ¿viste que el charango nació como una cargada a la guitarra y terminó siendo un instrumento?; en este caso, es más o menos lo mismo. Pero el filete tiene como característica el pulso rápido, una línea rápida, la velocidad, algo que queda definido en el aire, y también el corte perfecto. Lo que tiene para un lado, lo tiene para el otro: si hay algo, también hay lo contrario.
S.E.: Es muy barroco
G.S.: Sí, los primeros fileteadores tomaban mucho del frente del teatro Cervantes, o de ornatos del ebanista, del yesero, del herrero artístico. Además, se trata de lograr ese relieve en la pintura. Hay filetes de muchos lugares del mundo: Cartagena, Brasil, los gitanos tienen en sus carros decorados con mucho contraste de color, con la misma técnica de pintura. India también tiene mucho laburo de fileteado particular. Los ingleses, si te acordás de las máquinas viejas, desde locomotoras hasta máquinas de coser, venían con filetes dorados, trabajados. Los alemanes, también.

La conversación con Gabriel Sánchez de a ratos se parece a un carro fileteado, con rulos finos y gruesos, a veces con moños, contrastes, colores brillantes y ritmos melancólicos, risas espontáneas y serios dorados en los marcos. Por momentos, adornan cintas argentinas.
S.E.: Me dijiste que tenías una invitación pendiente a Santiago, ¿me contás de qué se trata?
G.S.: En Santiago hice un trabajo de murales, invitado por el Ministerio de Educación de la Nación, un proyecto llamado “Murales que hablan”. Éramos seis o siete muralistas afectados al proyecto. A mí me mandaron el anteaño pasado a Entre Ríos, durante un mes, a trabajar en Bajada Grande, Paraná, Gualeguay y Villa Mantero, este último un pueblito de 1.500 habitantes, que era una antigua estación de tren, hoy ya abandonada. El pueblo nació por la estación Villa Mantero. Después, chau el tren y chau el pueblo; hoy quedan poquitos habitantes, hay una escuela, un pueblito muy perdido. Entonces, yo iba a trabajar como coordinador muralista del CAJ (Centro de Actividades Juveniles), que es un proyecto del ministerio para los no escolarizados. Hay muchos deportes, incluso ajedrez. Si uno es profesor de literatura, pondrá un taller literario, está el que toca un instrumento y hace un taller de música; es decir, según el artista del lugar se hace el taller. En el mismo proyecto se hizo “Subite al colectivo”, que consistía en un colectivo que viajaba con diez talleristas distintos, tres días en cada pueblo. Y se hacía un despliegue muy grande de distintas actividades: mural, títeres, teatro, historietas, fotografía, cine, actuación. Dentro de ese proyecto, “Murales que hablan”, consistía en un muralista que iba un mes a una provincia, una semana a cada pueblo. A mí me tocaron los cuatro de Entre Ríos que te nombré. El año pasado fui un mes a Salta y a Santiago del Estero. En La Banda, salió el mural Ojo de Agua, que es un pueblo en el que no hay agua. Una de las problemáticas que trabajaron los pibes fue la cantidad de fuentes con aguas danzantes que habían hecho (lavando guita, ¿no?, obvio, ¿para qué vamos a andar con vueltas?) Y paradójicamente, en Ojo de Agua, no hay agua. No se puede tomar la que hay porque tiene arsénico, no hay pozos, tienen que dinamitar. Y traen el agua de sesenta kilómetros y la pagan a precio político. ¿Viste que acá sabemos que algún día el agua va a escasear? Bueno, allá escasea. Nosotros no lo imaginamos siquiera. Y el comercio que se arma con eso es terrible.
Lo más copado de ese proyecto era que uno iba con la consigna de que los pibes cuenten su problemática. Esa es la idea general, después cada uno va con sus prioridades. Por ejemplo, la mía era trabajar el equipo, que puedan trabajar entre ellos, laburar el compañerismo, la generosidad. Ver que todo tiene su propio lugar en el mural, no necesariamente tenés que saber pintar o dibujar, hay trabajos de organización, de limpieza. La consigna era que podían decir lo que querían, con libertad absoluta para expresar. El primer día no se largaban, pero cuando empezaron a hablar salían unos temas muy fuertes. En cada pueblo, surgían cosas distintas. En el Sur, por ejemplo, muy a flor la temática de las minas a cielo abierto y a cielo cerrado. La deforestación, la droga. Los primeros temas que surgen son los dos o tres que están implantados por el Estado. Y hay que hacer un laburo de correr para otros lados. Es un trabajo muy rico, muy lindo. Ahora está flotando una invitación a Santiago del Estero para seguir en ese rumbo.
Contactos: http://www.fileteado.blogspot.com/. fileteado@gmail.com
Tel: 4662-7299. Pedro de Mendoza 1137. Hurlingham.

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