martes, 30 de diciembre de 2008

La vigencia de un clásico. Un guapo del 900

La obra “Un guapo del 900” de Samuel Eichelbaum abre las puertas para adentrarnos en un mundo de compadritos en donde la lealtad es el único bien que no se negocia.

Por Claudia Quintana

La puesta de “Un guapo del 900”, que ha auspiciado hace tiempo la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación para el ciclo El teatro en las calles ha obligado a una primera reflexión. ¿Qué tiene de vigente una obra del año 1940, con su temática política y sus orilleros, en la Buenos Aires de hoy, atareada por el vértigo de la velocidad y el individualismo? En segundo lugar, y dado el éxito de público que en los diferentes barrios ha visitado la obra, ¿qué encuentran los espectadores en ella?

Estrenada en 1940, la obra representa un momento político específico de nuestro país. Nos encontramos en el 900 y por entonces la actividad política está centrada en los comités, territorio dominado por los caudillos. Éstos imponen su influencia por medio de alianzas, fraude electoral y especialmente gracias al manejo de sus guapos orilleros, hábiles en el manejo del cuchillo.

Ecuménico, el protagonista de la obra, personifica al guapo por excelencia. Encarna de manera elocuente todas aquellas características de este singular personaje de la Buenos Aires de principios de siglo: leal a sus amistades y al caudillo a quien cuida las espaldas, reacio a expresar sus sentimientos, respetado por pares y ajenos, temido por sus adversarios.

Un personaje no exento de contradicciones. El crimen, dentro del mundo de significaciones que maneja el guapo, es parte de su comportamiento, una muestra más de sus convicciones y una manera de hacer justicia en base a valores propios. El modo de razonar de Ecuménico es lacónico, cortante y más fatal que las heridas que provoca su cuchillo: - A mi nadie me ha mandado matar. Nadie me ha mandado nunca. Me juego solo. Para este bravo orillero, el honor no es una palabra vacía de contenido. Es toda una forma de vida.

Pero un bosquejo del carácter del guapo no estaría completo sin considerar al otro personaje decisivo del conflicto, su madre Doña Natividad. Su línea de pensamiento coincide con la de Ecuménico, debido a que ambos defienden la misma concepción de la lealtad. Es una Natividad dura, dueña de las situaciones en las que participa, sin ambigüedades y sin contradicciones internas como las que comenzará a manifestar su hijo más adelante.

La singularidad de la obra consiste en exponer el proceso interno, por medio del cual, la carga de una muerte se vuelve demasiado pesada para un Ecuménico decepcionado por el giro que han tomado los acontecimientos. El cuchillero de ley está atravesado por una profunda evolución interna, ya no le interesa mantener el dominio de su guapeza y en esa búsqueda larga y dolorosa ha encontrado, finalmente, la purgación de sus antiguas faltas. ¿Cuál será, entonces, la decisión final de Ecuménico con respecto a sus actos?

En este sentido, “Un Guapo del 900” ofrece, para el público de hoy, una notable pintura de época, con personajes y modos de vivir la política que no han dejado de tener vigencia. Pero al mismo tiempo, se trata de una obra que indaga en las complejidades del alma humana y en las luchas internas que dirimen los personajes por reencontrarse en sí mismos, despojados de antiguas costumbres que sostenían su existencia. Singular reflexión sobre la bravura y el honor, la dinámica del conflicto y el vigor escénico de los personajes justifican la vuelta de este clásico del teatro nacional.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Un asado y un fernet en La Matanza

Los fantasmas sobrevuelan la postal de la desidia, como los instrumentos de una obra de terror. Es jueves y a las 10 horas estoy en La Matanza, listo como siempre, con el grabador de voces y la cámara de fotos, retrato y presencio el llanto de una madre, recubierta por la risa de los transas, esas hienas idiotas que envenenan el futuro de los pibes del barrio.

A su alrededor bailan los soldados, autómatas, frenéticos, con los 38 milímetros que dura el mambo. Aquí cada bala es una seca que se fuma la muerte, con las patas llenas de tierra.

El viaje trae secuencias plenas de conciencia. Aquí en Camino de Cintura, zona pélvica de un cuerpo que arrastra “el dolor de ya no ser”, las condenas las pagan los negros.

Por el maldito olor de su piel. Con ritmo a cumbia y la garganta sin aliento.

Porro pasta paco merca vino nevado rophi reinol birra estoy reloco guacho dame todo o te meto un tiro en el orto gil hijo de puta y la concha puta de tu madre quiero tu silencio tus gritos.

Brotan las sirenas, como banda de sonido de una realidad de mierda. Hay noticias, marchas, seguridad, caza de brujas, clientelismo, negociados, que se maten entre ellos estaba bien pero ahora nos matan a nosotros.

Entonces se pudrió todo, ¿que se creen estos negros de mierda y la concha de su madre? Justicia es vender pero no recibir violencia ¿en que nos hemos convertidos?

Temerarios y temerosos en un mundo de mierda. Sino existieran los seres humanos no habría internet y usted habitaría otra galaxia, otro cuerpo, con menos razón, ego, monstruos, prejuicios, ni cable ni canales de noticias, esa turba de hijos de puta que se llenan los bolsillos con la tragedia de los trágicos de siempre.

Tengo que parar, me duelen las manos y el corazón. A esta movida no la entiendo pero busco que la prostituta explicación de turno me serene y traiga tranquilidad para elegir que zapatillas me pongo para ir a comprar la carne para el asado.

Mi mujer se despierta y me dice que no me preocupe que todo va a estar mejor.

Que:

el televisor, el dvd, el auto, el shopping, el gimnasio, el celular, el photoshop, las cirugías, el fútbol, el verano y las tapas de los semanarios (que muestran gente en un balneario como la gente) van a lograr que la “gente” se olvida de “los otros”, metáfora lostiana para describir a los pendejosdrogadictosconarmasyesemalditocolordepiel.

“Tiene razón”, me digo a mi mismo, tratando de convencerme. Experimento una angustiosa calma y le digo a Emiliano, mi amigo, que prenda el fuego mientras preparo un fernet.

Miro hacia la ventana y el futuro baila en el aire como una hoja en otoño. Flexiono y trato de aliviar el cuello contracturado, aprovecho para prender un cigarro y cierro los ojos, pienso en mi vieja y en el pibito de 12 años que murió la semana pasada, con dos fierros en sus manitos, una bala en el pecho y sin ser noticia.

Humedezco el filtro en mis labios y remuevo el pasado buscando una garantía de felicidad. Abrazo a mi hija con la mente, busco recuerdos, instantes de bienestar emocional pero después de todo, la tristeza me invade y cada intención es en vano.

Dejo que las dudas se apoderen de mí, mientras navego las ideas que trastocan la presunta fortaleza de mis ideales. Se oye un aplauso. Es para el asador.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Rocanpoetry! Naturaleza Muerta (Cdo. 1)



rocanpoetry #10
sábado 20 de diciembre, 23 Hs.
México 3854, Almagro
entrada libre y gratuita!


sonidos:
Factor Sorpresa
Santi y sus viejas del agua
Sibel Pagano
Mathias de Breyne


palabras:
Juan Alberto Crasci
Fernando Bogado
Juan Manuel Daza
Sebastián Realini
Jeremías Ramaro
Gonzalo Duro
Mariano Massone
Walter Godoy
Victoria Palacios
Inés Rando
Nora Fiñuken
Madame Barfly



A las 6 servimos el desayuno!

Reacción en Cadena (Cdo. 2)

Rocanpoetry!


jueves, 11 de diciembre de 2008

FAQ

FILETEAME UN GOTÁN
Por Sandra Espósito

Me imagino un encuentro con un maestro oriental y la pregunta del neófito ¿qué es la vida?, “La vida es un filete”, sería una posible respuesta. Porque fue así, en una vuelta de filete, en un rizo, casi un bigote enrulado, un día nos encontramos con Gabriel Sánchez, fileteador, artista, laburante de pinceles y pinceletas. Una entrevista imperdible:

S.E: ¿En qué estas trabajando ahora?
G.S: Queremos empezar una movida con Molina, juntar artistas, algo que siempre quise hacer. El fin de semana pasado nos internamos a trabajar. Estamos a punto de hacer un mural ahora, ahí estamos armando algo lindo.
S.E: Eso de los murales, ¿cómo es? Me contás un poco…
G.S.: Hay dos: uno es un mural que salió en forma privada, lo vendemos. Y mañana tenemos otro en Barracas. Ese tipo de mural forma parte de un proyecto para un centro cultural, que surgió cuando estábamos trabajando con Filete Colectivo. La idea era hacer tres murales participativos, con la gente del barrio, ahí se engancha quien quiere, desde el boceto hasta la realización del mural. Si bien es remunerado, es muy poco dinero, alcanza para comprar pinceles para el grupo y nada más.
S.E: ¿Cómo es lo del grupo? porque yo no sé nada
G.S: El grupo ya fue, se llamaba Filete Colectivo. Estuvimos laburando casi dos años, haciendo murales.
S.E. ¿Cómo se había formado?
Nos juntamos por Internet. Fue muy loco, porque no nos conocíamos, nadie con nadie. Un alumno me dijo: “mirá que algunos compañeros míos están armando un grupo de fileteros”. Ya venían tirándose mails, y participábamos de un foro de fileteros, seríamos unos quince. Ese foro lo manejaba una mujer fileteadora y nunca se hacía nada, no había exposiciones, nada importante. Y, sin querer, cinco o diez de ese grupo, los que más hablábamos y tirábamos una onda más comprometida, un día propusimos: “mataría hacer un mural sobre una historia, laburar en una villa, o qué sé yo”. Como la coordinadora del foro no estaba de acuerdo, nos empezamos a pasar los correos y a hablar más privadamente: “vos tirás esta onda, a mí me interesa, y aquel otro también se copa”, y así empezamos a juntarnos. Salieron unas cosas alucinantes. Se armó un grupo increíble, hicimos como sesenta acciones en un año, desde murales hasta acompañamiento de escrache a comisarías, gatillo fácil y esas cosas. Después vino el viaje a Rosario, por los 30 años de Walsh hicimos un mural en la Plaza Cívica. Jorge Molina es rosarino, por eso tiene contactos con Derechos Humanos allá, y nos facilitaron el viaje. Otra de las participantes es cordobesa, así que fuimos dos veces a Río Cuarto y dormíamos en la cancha de Atenas. Había un par de fanáticos de Atenas que tenían boliche, y ellos nos traían asado, pizza, estábamos muy bien ahí, dormíamos en los vestuarios. La segunda vez que fuimos, paramos cuatro días en la casa de esa chica, Sofi, éramos como quince, pobrecita…
Después, por conflictos del grupo, se desarmó Filete Colectivo. Ahora estamos tratando de armar algo. Mañana hay un mural en Barracas, tomaron la posta dos de los chicos y yo me engancho también, seguramente hay dos o tres más que se van a sumar.
Acá en Hurlingham, nos quedó un mural por la mitad, en Rubén Darío. Es una buena ocasión para hacer una linda movida, en la estación vieja de Darío. Habíamos empezado a armar una historia con los vecinos para recuperar ese espacio, limpiarlo, porque estaba muy feo: hay afanos, no hay luces… Cuando quieren poner una luz, vienen los del ferrocarril y la cortan, la estación está abandonada hace mil años… mala onda. No es ni del ferrocarril, porque es una calle, ni del municipio porque es estación, nadie se hace cargo de ese tramo.
S.E.: ¿Y si se hiciera una especie de pasaje?
G.S: Hay que hacer un pasaje cultural, que es lo que nos gustaría armar.
S.E.: ¿Con banquitos, luces…?
G.S.: Claro, y todo ese pasto tiene adoquines abajo, es la calle Tambo Nuevo, es hermoso…alucinante. La idea era reunirnos los domingos; habíamos empezado a armar una asamblea para ver qué íbamos a hacer en este lugar.
La otra movida con murales que hicimos es la de los chicos de “Seguimos andando”: Lautaro, Martina y otros chicos más. En la estación de Hurlingham hicimos dos. Este año se hizo un evento con murga, estuvo Pino Fernández. Eso lo tenemos todo documentado, si entrás al blog lo podés ver. También hicimos un mural en la canchita de Urquiza, ahí el municipio hizo un evento que se llamó “Vamos a la plaza”. Nos preguntaron si queríamos hacer un mural, nos dieron las pinturas, las mesas, nos armaron todo y así hicimos un trabajo en la placita Urquiza. Está re lindo ese mural.
S.E. ¿Y cuándo empezaste con esta actividad de los filetes, murales, todo lo que hacés?
G.S.: Desde siempre. Cuando era chico, mi vieja me tiraba un papel y un par de lápices en el piso y me sacaba de encima, “murió Gaby” por un rato.
Y con los libros, imaginaba que los párrafos eran dibujos. Entonces jugaba con una birome y eran todos callejones a los que iba entrando y se transformaba en un laberinto. Construía la película de que otro lo seguía, armaba competencias: hacía un movimiento cada uno y el que descubría la salida ganaba.
S.E.: Tiene que ver con tirar líneas ¿no?
G.S.: Sí, y después me hice letrista. Mi vieja me mandó a estudiar dibujo, pero no me dieron mucha bolilla con eso porque pensaban que me iba a morir de hambre. Iba al vecino que enseñaba dibujo. Después, ya más grande, fui a una academia trucha, no sabía dónde meterme, no tenía orientación. También había una revista de historietas que enviaba los cursos por correo. Me mandaron un juego de magia, y después las cosas para aprender dibujo. Y con eso medio que aprendí a dibujar algo. Entonces, yo era letrista y dibujante. Lo mezclás y te sale un filetero, al toque. No queda otra.
Laburé en muchos talleres de letras, donde conocí letristas viejos, y algunos me explicaron que antes se hacía el filete, que los carros, que los bondis… El letrista dice despectivamente “ah, este es filetero” y el filetero: “ah, este es letrista…”
S.E.: ¿Lo que le molesta al letrista es que el fileteador hace dibujitos, que adorna?
G.S.: Claro, sobre todo que no se especializa en la construcción de la letra, en la diagramación de un cartel. Es un dibujante. Y el letrista, no. Pero más o menos se relacionan: son los mismos pinceles, las mismas pinturas, el mismo soporte, las mismas técnicas. Pero, por lo general, se dedican a distintos diseños. Yo antes era letrista y no sabía dibujar un moño, por ejemplo. Ahora me doy cuenta que el filete tiene toda una estructura increíble, es como un idioma. Tiene todo lo que tiene que tener para ser considerado un arte fuera de las otras. Para el artista plástico, el filetero era un obrero, es un oficio. El filete era propio de un carro, de un colectivo o de un cartel. Entonces, cuando se hacían las exposiciones de filetes, no se ponía un cuadro fileteado sino un camión, o un pedazo de un antiguo carro, una recopilación de objetos. Era netamente comercial, si querías comprar filete tenías que comprarte un carro. Martiniano Arce, uno de los jóvenes de la última camada de viejos fileteros, fue el primero en llevarlo al atril, hizo cuadros. Ahí comenzó a comercializarse como arte plástica. Porque antes venía el dueño de un carro, te pagaba tanto y no podías tardar más de los días que se convenía. En cambio ahora, si uno quiere hacer un cuadro para la casa, tiene todo el tiempo del mundo. Es otra etapa del filete, que nació siendo un trabajo en conjunto con carpinteros, herreros, y una cantidad de gente que trabajaba en las fábricas de carros. Primero, el pintor de liso le daba una mano, generalmente a dos colores. Y el fileteador le tiraba la línea a la unión de los dos colores, que era una línea gris, municipal y obligatoria. El arte consistía en tirar esa línea. También hacía bicicletas, el laburo era una línea decorativa, eso quiere decir filete. Hasta que vino uno y a esa línea le tiró un rulo, otro le puso una flor, y ahí se empezó a armar un repertorio que adquirió personalidad propia, si bien los elementos son tomados de culturas como la italiana, la griega… Los primeros fileteadores fueron todos tanos. Por eso no tener un apellido tano queda desprolijo. Yo soy Sánchez y para fileteador no es como llamarse Genovese, Carboni o Ventura.
S.E.: Es interesante porque también es cierto que estas artes son muy lindas pero en sus orígenes son marginales, gente que tiene que laburar para comer pero se enganchan a darle un vuelo a su trabajo.
G.S.: Los yeseros, por ejemplo, eran artistas increíbles. Una vez me invitaron a participar en la feria de oficios perdidos: el herrero artístico, el fileteador, el yesero. Este era el que hacía las molduras, los balcones de las casas viejas, todo el trabajo de moldería. El ebanista también. Eran gente que manejaba por una parte el oficio y por otra, el arte. No se valoraba eso. Ahora hay un resurgimiento de producción contemporánea, y no tanto el machaque con lo que ya está canonizado. Actualmente hay artistas plásticos que hacen filete y empieza la lucha con los viejos fileteadores, que opinan que pueden saber mucho de técnica, de color, de estructura, pero no es filetero, nunca estuvo en un taller de colectivos pintando.
S.E.: También hay algo lindo, y es que el fileteador le da mucha importancia al texto, no hay solo imagen.
G.S.: Bueno, precisamente, el filete tiene la parte iconográfica y la parte literaria. Borges definía al filete como “los costados tendenciosos de Buenos Aires”, en Evaristo Carriego. Y se refería a toda la idiosincrasia que demarcaban los costados de los colectivos, de los carros. Hay todo un estudio sobre la iconografía del filete, era un modo de expresión, un modo de hablar. Hubo un momento en que estuvo prohibido el fileteado del transporte público, en el 75 ó 76, en pleno quilombo.
Te decía que el filete nace comercialmente y hoy, todavía, el espíritu del filete es pintar un cartel o una vidriera. Yo siempre laburé con eso, pero el trabajo de letrista no me gustaba mucho y hoy pude separarme un poco. Si me llaman para hacer un cartel con letras pintadas, tal vez no voy. Hay mucho plotter, eso mató al letrista. Aunque no es lo mismo, comercialmente no le importa a nadie.
S.E.: Más o menos, porque si uno pasa por Pizza Pizzuela ve que hay algo diferente, artesanal, en el cartel.
G.S.: Sí, pero no todos lo ven. Lo que hago ahora es lo mismo que cuando era letrista (carteles, vidrieras, paredes) pero con filetes, después de mucho esfuerzo pude juntar esas dos cosas y vivir de eso.
S.E.: Además das clases¿ no?
G.S: Sí, doy clases acá en mi casa y en Ituzaingó, en un edificio donde funciona un proyecto de cultura, con la recuperación de oficios viejos: hay plateros, sogueros, cesteros, cerámica, telar. Inclusive, todo con técnicas autóctonas, argentinas. El lugar se llama TIAB (Talleres Integrales de Artesanías Bonaerenses), tiene el objeto de recuperar nuestra artesanía. Ahí hace cuatro años que doy clases, contratado por el municipio y los alumnos no pagan nada, eso es lo que está bueno.
S.E.: ¿También se hacen filetes para murgas, por ejemplo?
G.S.: Hice un par, tengo unos amigos que son murgueros. El filete con la murga se llevan de la mano. Con la murga y con el tango. Creo que más con el tango. Digo que el filete es la parte pictórica del tango y el tango, la música del filete. Nacen juntos a principios del siglo pasado, en los mismos lugares, con los mismos tanos, el mismo arrabal. El filete hace mucha alusión a la parte iconográfica del tango, de los cien barrios porteños, de La Boca. El filete es tango.
S.E.: Hay algo sin embargo que los distingue, porque el filete parece no tener la melancolía que tiene el tango, en sus colores, en sus formas, ¿o no?
G.S.: No sé, si me pongo a pensar no sé… El tango de hoy tampoco tiene la misma melancolía que el tango original. Pero si pensamos en las frases que tiene el texto del filete, siempre está la madre, la familia, el sacrificio. Aunque sí es cierto que hay una explosión de colores.
Por otro lado, fijate que el tango tiene mucho contraste de sonidos y de tiempos, como el filete, que tiene contraste de colores y de trazos.
S.E.: ¿Tiene ritmos parecidos?
G.S.: Sí, creo que sí. Por donde los mire, para mí son iguales. No soy músico para darme cuenta de otras cosas, pero así por lo que se huele nomás, por lo que andan diciendo por ahí, parecen iguales. Y la idiosincrasia es la misma.
S.E.: ¿Tendrá algo que ver la importancia que le dan al marco, lo negro y lo dorado?
G.S.: Sí, muy negro, muy dorado. La letra muy decorada del filete tiene mucho que ver con los primeros letristas que laburaban con oro a la hoja, era una profesión de franceses. Bueno, ellos tenían la letra gótica y acá un poco en burla a esa letra le decían la letra “ergóstica”, y hacían una caricaturización de la gótica, que sin querer dio lugar a hacer unas letras con unos laburos increíbles, con sombras, con sombras transparentes, con finos gruesos. Es como el charango y la guitarra, ¿viste que el charango nació como una cargada a la guitarra y terminó siendo un instrumento?; en este caso, es más o menos lo mismo. Pero el filete tiene como característica el pulso rápido, una línea rápida, la velocidad, algo que queda definido en el aire, y también el corte perfecto. Lo que tiene para un lado, lo tiene para el otro: si hay algo, también hay lo contrario.
S.E.: Es muy barroco
G.S.: Sí, los primeros fileteadores tomaban mucho del frente del teatro Cervantes, o de ornatos del ebanista, del yesero, del herrero artístico. Además, se trata de lograr ese relieve en la pintura. Hay filetes de muchos lugares del mundo: Cartagena, Brasil, los gitanos tienen en sus carros decorados con mucho contraste de color, con la misma técnica de pintura. India también tiene mucho laburo de fileteado particular. Los ingleses, si te acordás de las máquinas viejas, desde locomotoras hasta máquinas de coser, venían con filetes dorados, trabajados. Los alemanes, también.

La conversación con Gabriel Sánchez de a ratos se parece a un carro fileteado, con rulos finos y gruesos, a veces con moños, contrastes, colores brillantes y ritmos melancólicos, risas espontáneas y serios dorados en los marcos. Por momentos, adornan cintas argentinas.
S.E.: Me dijiste que tenías una invitación pendiente a Santiago, ¿me contás de qué se trata?
G.S.: En Santiago hice un trabajo de murales, invitado por el Ministerio de Educación de la Nación, un proyecto llamado “Murales que hablan”. Éramos seis o siete muralistas afectados al proyecto. A mí me mandaron el anteaño pasado a Entre Ríos, durante un mes, a trabajar en Bajada Grande, Paraná, Gualeguay y Villa Mantero, este último un pueblito de 1.500 habitantes, que era una antigua estación de tren, hoy ya abandonada. El pueblo nació por la estación Villa Mantero. Después, chau el tren y chau el pueblo; hoy quedan poquitos habitantes, hay una escuela, un pueblito muy perdido. Entonces, yo iba a trabajar como coordinador muralista del CAJ (Centro de Actividades Juveniles), que es un proyecto del ministerio para los no escolarizados. Hay muchos deportes, incluso ajedrez. Si uno es profesor de literatura, pondrá un taller literario, está el que toca un instrumento y hace un taller de música; es decir, según el artista del lugar se hace el taller. En el mismo proyecto se hizo “Subite al colectivo”, que consistía en un colectivo que viajaba con diez talleristas distintos, tres días en cada pueblo. Y se hacía un despliegue muy grande de distintas actividades: mural, títeres, teatro, historietas, fotografía, cine, actuación. Dentro de ese proyecto, “Murales que hablan”, consistía en un muralista que iba un mes a una provincia, una semana a cada pueblo. A mí me tocaron los cuatro de Entre Ríos que te nombré. El año pasado fui un mes a Salta y a Santiago del Estero. En La Banda, salió el mural Ojo de Agua, que es un pueblo en el que no hay agua. Una de las problemáticas que trabajaron los pibes fue la cantidad de fuentes con aguas danzantes que habían hecho (lavando guita, ¿no?, obvio, ¿para qué vamos a andar con vueltas?) Y paradójicamente, en Ojo de Agua, no hay agua. No se puede tomar la que hay porque tiene arsénico, no hay pozos, tienen que dinamitar. Y traen el agua de sesenta kilómetros y la pagan a precio político. ¿Viste que acá sabemos que algún día el agua va a escasear? Bueno, allá escasea. Nosotros no lo imaginamos siquiera. Y el comercio que se arma con eso es terrible.
Lo más copado de ese proyecto era que uno iba con la consigna de que los pibes cuenten su problemática. Esa es la idea general, después cada uno va con sus prioridades. Por ejemplo, la mía era trabajar el equipo, que puedan trabajar entre ellos, laburar el compañerismo, la generosidad. Ver que todo tiene su propio lugar en el mural, no necesariamente tenés que saber pintar o dibujar, hay trabajos de organización, de limpieza. La consigna era que podían decir lo que querían, con libertad absoluta para expresar. El primer día no se largaban, pero cuando empezaron a hablar salían unos temas muy fuertes. En cada pueblo, surgían cosas distintas. En el Sur, por ejemplo, muy a flor la temática de las minas a cielo abierto y a cielo cerrado. La deforestación, la droga. Los primeros temas que surgen son los dos o tres que están implantados por el Estado. Y hay que hacer un laburo de correr para otros lados. Es un trabajo muy rico, muy lindo. Ahora está flotando una invitación a Santiago del Estero para seguir en ese rumbo.
Contactos: http://www.fileteado.blogspot.com/. fileteado@gmail.com
Tel: 4662-7299. Pedro de Mendoza 1137. Hurlingham.

Más del Rapto: Rococó quería volar de Mónica Correa

Había una vez una bella rosita rococó del color rosado que ustedes imaginan, ese que pinta las ilusiones de todas las personas de la tierra y las alas de los ángeles que cuidan a los niños desde el principio de los tiempos.
Se llamaba Rococó, no sólo por pertenecer a dicha familia de rosas, sino por su manera coqueta de bailar con el viento y por su costumbre de guardar secretos de amor bien plegaditos entre sus pétalos perfumados.
Todas las flores del pantano, donde había nacido, le contaban sus penas, sus deseos porque ella sabía murmurar palabras aterciopeladas que suavemente se colaban por los oídos y mágicamente se convertían en agua fresca y cristalina que lavaba la mirada de tal manera que después de charlar con Rococó, el horizonte se ensanchaba tanto, tanto que todos los problemas se veían con amor, con humor y esperanza.
Rococó era feliz cuando sus hermanas y hermanos vegetales encontraban consuelo, no podía soportar el doloroso silencio de nadie, sentía que era mucho menos pesada la carga de los problemas si se compartían.
Así transcurría su vida, tan ocupada en buscar palabras curativas para ella y para todo el pantano porque si de algo estaba segura Rococó era del poder de sanación de las palabras, por supuesto que en idioma vegetal.
Pero una mañana de primavera la vida de Rococó dio un vuelco: Todas las flores, todos los arbustos y árboles dormían tranquilamente cuando ella despertó. Apenas nacía el día, era tan temprano que ya se estaba acomodando en su corola para dormitar y seguir soñando cuando el aleteo vigoroso de un pájaro extraño la despabiló.
Miró hacia lo más alto del cielo y lo vio.
Se enamoró de él a primera vista.
"¡Ah qué vuelo tan recto, tan esplendoroso, qué planeo fascinante el de este joven pájaro!"- se dijo Rococó.
Pero más que palabras le brotaron temblores rojos a ella, que era rosada...
A ella que era rosada y pudorosa un escalofrío le recorrió su verde cintura cuando él la miró de soslayo con esos extraños ojos amarillos que eran sólo dos líneas tan rectas como su vuelo.
Vuelo negro de plumas negras en el rosa-rosado-rojo del cielo, en el rosa-rosado-rojo de su anhelo.
Cuando el ave desapareció, Rococó quiso esconder este secreto, pero era tan grande que no le cupo en su delgadez. Al despertarse todos sus amigos pudieron verlo a la luz dorada de esa nueva mañana pero, aunque se acercaron sorprendidos por el cambio que se había operado en Rococó, no pudieron entender nada porque ella permaneció callada, ida, flotando con la brisa durante muchos días.
Por las noches casi no dormía por miedo a perderse las piruetas en el cielo de su amado al despuntar el alba.
Con tanto amor lo miró durante tanto tiempo que sus miradas comenzaron a encontrarse rápida y fugitivamente.
Su familia vegetal estaba muy preocupada, la veían palidecer y adelgazar según pasaban los días, por eso una tarde decidieron hablar con ella.
Rococó, aunque quería contarles a todos, sentía que esta vez no tenía palabras, claro, el amor no se puede explicar... Igualmente todos la comprendieron y le pidieron que les comunicara cómo ayudarla.
Ella les dijo simplemente: "-Quiero volar para siempre con él".
Esa noche todos envolvieron sus raíces con mucha tierra húmeda y fértil para protegerla y se despidieron a pedido de ella para que al amanecer el ave se acercase a llevarla.
Vestida de novia por el rocío perlado del alba, posada sobre el pantano esperó trémula a su amor.
De pronto un gran pico rasgó el cielo. Antes de que dos blancas nubes vendaran la herida abierta en la piel celeste, Rococó pudo entrever, con miedo, ese otro mundo del que alguna vez había oído hablar...
Cuando el ave bajó al pantano, ella olvidó toda desconfianza y aunque él no le dijo palabra al levantarla con el ala con ademán de plumífero prepotente, ella se sintió toda novia, toda íntima, toda completa y más Rococó que nunca.
El pájaro fue subiendo y subiendo, sin el menor cuidado por la frágil naturaleza de Rococó, pero ella estaba tan extasiada, nunca había contemplado la inmensidad de la tierra desde tan arriba.
Un brusco movimiento sacudió sus sueños, le tiritaron los pétalos al advertir que su amado piloto le había propinado un nuevo picotazo al cielo. Rococó vio su atuendo nupcial salpicado de sangre azul-celeste. Quiso hablarle pero no pudo, no le salían las palabras. En ese momento se dio cuenta que nunca había hablado con él.
Para confortarse recordó lo que su abuela Rococonona le decía: "-Naciste con una estrella, siempre tendrás su protección".
Rococó vio luces, calles, edificios, torres, autos, pero no podía descifrar el significado de ese nuevo mundo que quedaba detrás, adelante, abajo o arriba de su mundo.
Pero de pronto algo le fue muy familiar: Un cartel amarillo de neón hizo latir su corazón, claro era igualito a los ojos de él; entonces estiró sus pequeñas hojas y lo abrazó. El ave se sacudió bruscamente, no estaba acostumbrado a los mimos: Era un pájaro soberbio y solitario cuya familia era una empresa de aerolíneas que lo había pintado magníficamente en un gran cartel que era su hogar.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La Literatura de los chicos


Trabajos de los chicos de la Escuela de Estética de Tres de Febrero con la colaboración de Ana, Lucía y Valentina:

La narración de los más chiquitos:

La nena y la muñeca que tiene vida

Había una vez una muñeca que se llamaba Olivia y una nena que se llamaba Valentina. La nena tenía una casita de muñecas donde siempre jugaba con su muñeca preferida. Un día la muñeca empezó a moverse y entonces la nena preguntó: “¿qué será esta muñeca? ¿mi mamá está loca y me compró una muñeca que se mueve? ¿o tiene magia?” La muñeca, que la escuchó, le dijo: “No, yo soy una muñeca movilista”.

La nena dijo: “¿está loca esta muñeca?”

“No, no, no, yo no estoy loca” dijo la muñeca.

Y entonces la muñeca le dijo: “Bueno, las muñecas tienen un interior. Cuando las niñas las meten en una casita, las muñecas se empiezan a sentir calentitas y entonces yo me empecé a sentir calentita y cobré vida.”

“Entonces, por eso tenés vida?” dijo la nena.

Entonces la muñeca le contó a la nena lo mucho que le gustaba volar en avión.

Entonces, como a la muñeca le gustaba mucho volar en avión, le hizo un avioncito de papel para que, cuando ella salga de la casita, vaya a volar un rato por el lugar de los juegos.

Valentina

La Canción de Ema y Lumu (inventada por el grupo de los más chiquitos a los duendes que hacen lío de Gastón y Guillermo):

Ema corta la leña y su hermano se queja

Ella con la lengua canta: mamengue mamengue mamengue y su hermano se queja.

Ema se rasca el pie, mamengue (se repite).

Lumu tira el humu y su hermana se queja

Lumu tira fuego: nungu nungu nunga.

Lumu prende la luz, mamengue mamengue mamengue, nungu, nungu nunga.

Lumu se rasca el cu

Mamengue mamengue mamengue nungu nungu nun

Una familia de animales a partir de una frase disparadora:

Mi tío fue un dragón muy amable y vivía en San Miguel. No tuvo una buena porque tuvo peligros, uno tras otro. Fue luchando y luchando para llegar a otra ciudad, porque lo habían arrancado de su casa y se marchó para vivir mejor. Para no estar luchando se marchó a la ciudad de Mar del Plata. Cuando llegó, la puerta de la casa estaba llena de muebles, no podía entrar, querían que abandonase la casa. No sabía como abrir la puerta y de repente llegó otro dragón y lo ayudó a abrir la puerta. El puso como testigo a un gorro y a un guardarropa derribado en el suelo.

Nicolás

Mi hermana fue un hada muy bella y tenía fantásticos poderes, tenía que enfrentarse con monstruos muy poderosos. A mí hermana le gustaba mucho la danza y cuando estaba caminando por el bosque escuchó una bella música que venía de una casa. El músico tocaba cada vez con más ímpetu y movía la cabeza y el gorro como un loco. Ella se puso a bailar. La manía de la danza pareció poco a poco apoderarse de todos los muebles y de ella. A Julita le encantaba la danza y le atraía cualquier tipo de danza. En ese momento se le apareció un dragón y tuvo que luchar contra él. Luego de matar al dragón se sintió cansada y se fue a dormir. Al día siguiente, volvió a la casa de la noche anterior. El músico se había ido y los muebles no se movían más. Entonces había visto fantasmas. Mi hermana se lo contó a la madre. Mi hermana les relató la escena maravillosa que había presenciado y puso como testigos a los floreros y al guardarropa derribado en el bosque.

Elías Fernández

Estaba soñando y soñe que estaba en un lugar, no sabía en qué lugar estaba y después traté de despertarme y después sabía que estaba en el paraíso, me estaba divirtiendo, pero porqué me estaba divirtiendo si estaba solo, si estuviese con mis padres estaría divirtiéndome más. Trataba de despertarme pero se me había complicado y me había asustado porque cada vez iba a diferentes lugares, en vez del paraíso. Después fui a otro lugar. No era el paraíso y me había asustado. No era el paraíso me asusté de vuelta, pero llegué a otro lugar. No eran los lugares que antes había ido, pero el lugar al que fui era un pueblo, pensé que como era un pueblo había gente, pero no había nadie. Sólo habían casas, muchas casas y cosas. Traté de no asustarme, de que siempre estaba sólo. Entré a cada casa para ver si había gente. Pero tampoco había gente. Entré a la última casa y no había nadie. Sólo escuchaba voces. Me dije: “¿Porqué escucho voces? Si no había nadie, por ahí hay alguien en esta casa”. Busqué en todas partes y no había nadie. Seguía escuchando voces, seguía y seguía buscando y no encontré a nadie, ¿porqué no encuentro a nadie? Busqué por todas partes y salí de la casa. Después no estaba el pueblo, ni las casas, era como un agujero negro y llegué a un lugar muy aterrador, habían muchas personas muertas, ninguna persona estaba viva, todos estaban muertos. Me fui a una casa y me había golpeado la cabeza y me dije al fin pude despertar. Vi a familia, y estaba alegre.

Carlos Cruz

Una noche de oscuridad en la que nadie sabía lo que iba a pasar. Una noche en que la luz de la luna se reflejaba en los árboles, mi tío estaba solo en el bosque, cuando un lobo lo atacó sorpresivamente, en medio de esa oscuridad.

“Jack” mi tío, camina por el bosque en un atardecer de invierno, cuando de repente escuchó una hermosa melodía. Él se acercó lentamente a esa música que tanto lo atraía. Vio que el músico, tocaba con más ímpetu y movía cada vez la cabeza y el gorro como un loco. La manía de la danza pareció apoderarse poco a poco de todos los demás muebles. Jack estaba delirando por la mordida del lobo.

Él nos relató la escena maravillosa que había presenciado y puso como testigos al florero y al guardarropa derribados en el suelo.

Nosotros le preguntamos si era verdad y él nos respondió: No, no lo es.

Pero, Jack seguía pensando que lo que había pasado en el bosque esa noche era real y no una ilusión.

Mailen, Lourdes, Belén, Melina

Mi primo y yo estábamos jugando a la pelota en el bosque. Al hacerse la noche y volver, nos dimos cuenta que la habíamos olvidado. Mi primo fue a buscarla y un toro-bestia le clavó unos cuernos que tenían veneno. Mi primo se desmayó. Llegó la luna llena y se convirtió en un minotauro. Yo lo esperaba en el patio de mi casa. Llegó con sangre y mi mamá llamó a la ambulancia. El doctor se fijó lo que le pasaba y nos dijo que un toro-bestia que tenía mucho veneno le había clavado sus cuernos. Yo le abrí la ventana y las cortinas. Vió la luna llena y se le pusieron los ojos rojos. Se encontró con el sangriento minotauro, entonces el doctor le disparó con un rifle que tenía una poción para que se le vaya el veneno.

Nahuel

Cuento de Amor:

Una noche de tormenta, truenos y también relámpagos, había una chica llamada Samantha. Vivía en una casa oscura, sin luz.

Un día un señor fue a esa casa para ver cómo era. Se encontró con una chica (Samantha), le parecía muy conocida y para Samantha también lo era él. Pero, el hombre venía a ver la casa, en realidad la casa no estaba en buenas condiciones, pero decidió quedarse por esa chica que era muy conocida.

Tiempo después, muchos años después, se dio cuenta que esa chica era su hija a la que había perdido en una noche de tormentas y truenos.

Microrelatos a partir de lecturas de mitos:

Soy Maidua el hombre que deseo convertirse en un pájaro. Un día lo desee tan fuertemente que floté en el aire llevado por el aleto de mis brazos. Por fin volé sin parar y conseguí favores del viento.

Agostina Herrera

Soy la hija de Zeus y de Remeter, la diosa de la fertilidad y los cultivos. Me llaman Perséfone. Cuando estaba jugando con mis amigas, justo pasó Cupido y disparó una de sus flechas más fuertes a Hades, el dios del infierno y se enamoró de mí y me raptó.

Lourdes

Continuación de la descripción de Cuaresmacomiente (fragmente de Gargantúa y Pantagruel de Rabelais):

Si supiraba, le salía leche de su pequeña naricita.

Si respiraba, le salían plantas para agarrar sus manitas.

Si silbaba, le salían sanguijuelas para romperle las zapatillas.

Si roncaba, el amigo le golpeaba la cabeza.

Si sollozaba le crecían unas uñas que traspasaban la ropa.

Si soplía, le explotaban los ojos de alegría.

Si pataleaba, se golpeaba la cara contra el piso.

Si soñaba, se despertaba porque le pegaban en las piernas.

Daniel Cruz, Elías

Si suspiraba, se caían los árboles del bosque.

Si respiraba, su boca se convertía en rosas que parecían selvas.

Si silbaba, ese silbido hacía aullar a lobos.

Si roncaba, ese ronquido era como un tractor.

Si sollozaba inundaba a la ciudad completa. Ese soplido era como un tornado que arrasaba todo a su paso.

Si pataleaba, esas pataletas eran como un temblor.

Si soñaba, esos sueños se volvían su peor pesadilla.

Melina Gutiérrez

Jugando con resonancias rítmicas:

Los trenes glu glu

Los tambores son glo

Los pájaros pueden hacer

Cuic cuic

La flauta puede sonar clic

o suip.

Melina Gutiérrez

Ai ai ai cuanto testraño

Aaaay te quiero con mil soles asta

Que me muera

Ai tesone que tenías olores y fragancias y que un corazón de mariposas.

Aaaay jirafita como te quiero como

Un gato como un perro

Ayyyy te quiero mucho gatito mas

Que mi familia tu guella me quema

Quema el corazón

Camila

Tormenta, torta, tortococo, torticolis, tortamenta, tirtuchapa, tormientita, huellitas, huellas, huellotas, huetotas, huelitas, cocahuellas, orquitota, orquidadas, orquídeas,

Orquitoto, jiraflor, jirafota, jirafa, jirabova, jirapájaro.

Isabella

Rima:

Isa piso una tisa

y se comió una pizza

se cayó con la mochila

de su silla.

Ayelen

Naranjo: Con fotos de Anita


Para un niño, una piedra es una muñeca. Arropa a la piedra, la lleva a todas partes, le conversa de cerca para que nadie escuche. Los lápices de colores son para pintar pero también son mejores amigos entre el rojo y el naranja, el violeta baila y canta y prefiere deslizarse sobre las paredes porque el marco de la hoja es un límite que no es real. Existe, quizás, para algunos es como que existiera. Los niños miran el final de la hoja y en realidad ven la continuidad, no el abismo. Enseñarles a ver el límite, el espacio contenido en una hoja canson número cinco, es también subirlos a una construcción imaginaria que nos dice que el papel tiene valor según qué escudo lleve, que el día nuevo comienza cuando el reloj marca la hora cero y no cuando se abren los ojos, que el tiempo se separa en actividades como una carpeta por materias.

Se toma a un niño, se adapta el ritmo de sus pasos al paso de los otros, se lo poda para que quede un niño arbusto de lo más vistoso, se cortan las flores raras que aparezcan (ah Gabo Ferro, todavía recordás, como yo recuerdo, las tijeras de podar que fue la herramienta de nuestra educación) y entonces el niño vegetal puede ya irse agrupando con los otros, una bandada más o menos homogénea de niños amputados que crecerán más o menos como planificamos.....

Yo conozco una niña que escribe en las paredes y dice que hace arte, va contando como las mujeres mayas en sus huipiles, la sucesión de acontecimientos que vuelan retratados entre sirenos y mujeres de pelo largo, larguísimo, que contienen en sus cuerpos redondos a niños que sonríen en canguro. Me recuerda a otra niña, que dijo un día que el viento se llama Fum y que baila entre sus piernas y le conversa de muchas cosas. Abría las manos en el jardín y llamaba al viento, como otros llaman a sus perros, a sus gatos, a sus amantes. La niña abría los brazos, abría las manos y el viento se anunciaba desde el fondo, rozando las flores. Es Fum que viene a jugar, decía la niña, que de grande quería ser heladera para salvar al mundo preparando helados de sabor flor de mandarina, porque el mundo no es tan bueno si no hay helados sabor flor.

Sigo pensando en qué quiero ser cuando sea grande. Uso una billetera y tengo llaves a mi cargo. Sé contar los días según el calendario, las horas según el reloj. Hago cuentas y trato de meter en cada cajoncito dos piedras (eso se llama presupuesto, aprendí ). También tengo montones de libros. Libros que explican y dicen. Leo sin parar desde que abrí el primer libro, de astronomía, que contaba cómo las estrellas en realidad no son todas blancas, que mueren y nacen, que se hacen viejitas, que se amuchan en charcos de estrellas, que queman y congelan al mismo tiempo. Uso mi propia computadora, llevo una agenda dislocada que salta entre pedacitos de memoria y anotaciones para cocinar fabulosos cuadros florales.

Tengo montones de libros.

Los uso de amuletos y escudos, de burbujas, de trenes nocturnos, de licor y perfume. Una vez armé una ciudad de libros, un laberinto donde siempre me encontraba, unas torres en las cuales encerrarme a gusto.

Cuando dormir se transforma en una cabra furiosa que me busca para amamantarme, abro las luces, abro las ventanas, abro mi libro de cuentos de hadas. Ahí me sereno, ahí entre magias y magias, donde el deseo se materializa en cisne o en caballo, donde los barcos vuelan y una muchacha es ida a buscar por un ovillo que camina solo y detrás, un chico sigue al ovillo porque cuando todo se cae, cuando se deja de saber, de tocar pie, el ovillo mágico es lo que queda para caminar por el mundo. Eso y las tres cajas de yesca que dejó una bruja que tenía un tesoro enterrado a diez metros bajo un roble para que una muchacha prisionera de su trono pudiera escaparse con su amado a correr por el campo.

Cuando sea grande, creo que quiero ser un naranjo. Para dibujar casas rayadas con puertas con forma de estrella. Y abrir mis flores cuando estoy contenta y hacer que llegue el otoño a mis ramitas cuando me nublo. Y cuando vibre el suelo con la música de otros arbolitos como yo, haré retoñar los muñones, tendré montones de brazos, como el agua que busca su cauce y se desparrama en una red de ríos.

Tania García Olmedo

viernes, 7 de noviembre de 2008

Palmeras Salvajes

Por María del Carmen Velazquez

No cesaremos de explorar y el final de toda nuestra exploración será llegar
al punto de partida y reconocer el lugar por primera vez.
T. S. Eliot

La mayor parte de los textos de Faulkner pueden leerse a partir de la tradición histórica del estado de Mississippi. Algunos críticos opinan que su obra es una crónica completa del ficticio condado de Yoknapatawpha desde la época de los indios. En Palmeras salvajes (1939), que junto con Mosquitos forma parte del “ciclo de Nueva Orleáns”, el narrador cuenta dos historias que pueden ser leídas de manera independiente, aunque ambas se sitúan espacialmente en la zona del old man . El río atraviesa la novela y va trazando la temporalidad que posibilita el entramado de los dos relatos.
Palmeras salvajes y El viejo se intercalan en cinco partes cada uno y se inician a partir de una escena de lectura en la que el lector-testigo se anticipa al final. Hay un paralelismo iniciático: el doctor y el penado gordo son los lectores inmediatos de la historia de Harry y el penado alto. El doctor trata de develar qué es lo que esconde esa extraña pareja de forasteros que alquilan la casa de playa y, se involucra incidentalmente en un episodio que funciona como excusa para iniciar el relato: la trágica historia de amor de Carlota y Harry. La mirada del testigo sobre los otros hace que comience a hipotetizar, por ejemplo, posibles diagnósticos para explicar la inmovilidad de la mujer:
Ha tenido hijos –pensó-. Uno, al menos; apostaría mi título. Y si Cofer (era el corredor) está en lo cierto al decir que éste no es su marido –y debe estarlo (…)-digamos que ha de odiar a los hombres hasta abandonar marido e hijo; bueno. Sin embargo, no sólo ha acudido a otro hombre, sino que manifiesta pobreza, y ella está enferma, realmente enferma. O ha dejado marido e hijos por otro hombre y por la pobreza, y ahora, ahora... (p.15)
El viejo empieza con el diálogo de dos penados en una cárcel estatal, cuando uno de ellos recuerda cómo se perdió en una aventura por el Mississippi , su dejarse ir con el río y su encuentro con la embarazada. Lo que se cuenta tiene final anticipado pero el penado gordo quiere saber cómo pasó. Recién en la tercera parte, el lector advierte que la historia relatada ha sido narrada por su protagonista . Hay otros receptores inmediatos, son los penados que participan de la charla e intervienen en la narración. De todas esas voces, sólo una tiene referencia explícita: la del penado gordo. El penado alto narra la anécdota de viaje mientras arma cigarrillos y, al mismo tiempo, el narrador nos informa cómo se va haciendo lo relatado, incluso le da pautas al lector sobre momentos de enunciación precisos, los tiempos de producción del relato.
Contó cómo el esquife seguía...
-¿No encontraste a nadie? -dijo el penado gordo- ¿Ni un vapor, nada?
-No sé –dijo el alto-, trataba sólo de mantenerme a flote hasta que la oscuridad disminuyera y se levantara y revelara...
-¿Oscuridad? –dijo el penado gordo-. Creí que habías dicho que era de día.
-Sí –dijo el alto. Estaba arrollando un cigarrillo, echando el tabaco cuidadosamente de un paquete nuevo dentro del papel plegado-. Éste era otro. Pasaron varios mientras yo estaba afuera (p.155)
Ese “yo” que esta presente y luego desaparece: ¿Es el narrador que actúa como personaje? ¿O es un testigo que observa desde afuera? En cualquier caso, es otro lector atrapado que, como el resto de los penados, está escuchando:
Volvió al esquife, se embarcó y empuñó su tabla astillada. El relato, a pesar de la furia elemental que lo coronaba, se hizo aquí muy sencillo: el hombre hasta ligó otro papel de fumar entre los dedos que no temblaban ya y lo llenó de tabaco de la tabaquera sin dejar caer ni una hojita, como si hubiera pasado del fuego denso de la ametralladora a un refugio más allá de cualquier asombro, de modo que el final del relato parecía llegar a sus oyentes a través de un cristal ligeramente lechoso aunque transparente, como algo no oído sino visto –una serie de sombras ilimitadas pero precisas, lisamente lógicas y serenas y sin hacer ruido. (p.167)
En Palmeras, el doctor quiere conocer “la verdad” para explicarse porqué está observando desde afuera esa vida que tienen los otros:
“y ahora volviera a llamar con esa modesta insistencia del forastero que busca ayuda a altas horas de la noche, y el doctor echó a andar otra vez (…) como si el instinto lo guiara otra vez, el cuerpo capaz de movimiento no la inteligencia, creyendo que el avance físico lo acercaría al velo en el instante de rasgase y de revelar en inviolable aislamiento esa verdad que él casi tocaba. Así fue cómo abrió la puerta sin presentimiento alguno y miró afuera, alumbrando con su linterna a la persona que llamaba. Era el hombre llamado Harry”. (p.16)
La pareja de personajes que funciona en el interior de cada relato se traslada afuera y produce un doble repliegue: primero, Harry y el doctor, el penado alto y el penado gordo; luego, se enlazan las experiencias de los protagonistas. La simultaneidad se evidencia además en el itinerario de los personajes y en la posible huida. Pero el viaje de aventuras para el penado no equivale a libertad; y la sobrevivencia del amor y sus amantes no depende sólo de ellos sino también de la red social que los sujeta.
Harry viaja con Carlota desde Chicago, pasando por Texas, hasta las costas del Mississippi. El camino hacia la mina de Utah es una alternativa de desvío, la vía de escapismo frente a esa sociedad que los juzga. Sin embargo, allí se encuentran con el señor y la señora Buckner, una pareja que duplica a la del doctor y su mujer, y que representa el puritanismo del sur que condena “el amor ilícito”. En Utah, la vigilancia de los otros que están ahí reproduce la mirada social y vuelve a capturarlos. Del mismo modo, el penado es un viajero inmerso en la corriente del gran río que lo devuelve a la naturaleza pero también a la sociedad-cárcel.
Le parecía que accidentalmente estaba en una situación en que el tiempo y el ambiente, no él, estaban encantados; era el juguete de una corriente que no iba a ninguna parte; bajo un día que no declinaría en ningún caso, cuando hubiera acabado con él lo vomitaría de nuevo al mundo relativamente seguro del que había sido arrebatado, y mientras tanto no tenía mayor importancia lo que hacía o dejaba de hacer. pp. 142-143
El viaje no es liberador sino más bien condenatorio porque la voluntad de los héroes es arrastrada por la fuerza que fluye con el curso del río : el penado está inmerso en el old man; Harry y Carlota, aislados en sus márgenes, en la playa de las palmeras salvajes. Por eso, al final, el penado decide regresar a la granja-prisión del Estado cuando acepta los diez años que se suman a su condena, igual que Harry, se afirma en el encierro . El tránsito de ambos culmina en clausura: Harry tiene que vivir en un hospital por falta de dinero y el penado no encuentra otro lugar que no sea la prisión. Pero la condena también funciona como expiación de la culpa: en un caso, la responsabilidad del aborto frustrado que produce la muerte de Carlota; en el otro, el penado paga con sus días otra clase de delito: haber nacido pobre, haber crecido leyendo novelas de aventuras sobre héroes que no existen y por culpa de los cuales llegó a robar un tren cuando era joven .
El final ya se conoce, pero el narrador involucra al lector de manera tal que éste iniciará la lectura como búsqueda hacia el pasado, un pasado que clausura el devenir de la(s) historia(s) . Lo que se cuenta es lo mismo: la historia del fracaso, de la resignación, y de la imposibilidad de reconciliación con el mundo. Los personajes no tienen esperanzas y se abandonan a su destino como al curso mismo del río, donde no existe la temporalidad ulterior ni su potencialidad utópica.
Sin embargo, esa disposición que intercala un capítulo de cada relato marca la lectura y, en el recorrido del lector, adquiere significación la temporalidad condensada como permanente espacialidad. El tiempo no es lineal, y si lo es, transcurre en simultaneidad con otro tiempo, el que se sucede como otro relato. Faulkner concentra toda la temporalidad en la inmovilidad del presente como un tiempo muerto en suspensión. Así se lo explica Harry a Mc Cord:
-Yo estaba en eclipse (...) Yo estaba fuera del tiempo: todavía estaba ligado a él, sostenido por él en el espacio como tú has estado desde que hubo un “no-tú” para que tú existieras, y estarás ahí hasta que se acabe el “no-tú” que te ha permitido existir –esto es inmortalidad-, sostenido por él, eso es todo, justo encima, no conductor, como el gorrión aislado por duros pies muertos no-conductores de la línea de alta tensión, la corriente del tiempo que corre por el recuerdo, que existe sólo en relación a la escasa realidad (también he aprendido eso) que conocemos; fuera de eso el tiempo no existe. Tú sabes: yo no era. Luego yo soy, y empieza el tiempo, retroactivo, era y será. Luego yo fui y ahora no soy y no ha existido el tiempo. Era como el instante en la virginidad: la condición, el hecho que sólo existe en el instante en que uno sabe lo que está perdiendo. pp. 133-14

Cuando Harry elige seguir viviendo y no toma el cianuro que le ofrece Rittenmeyer, se posibilita el hecho mismo de la productividad narrativa como una vuelta hacia atrás, aún queda la memoria que le permite revivir (en) el pasado, a pesar de lo que eso implica: “Entre la pena y la nada, elijo la pena”. Igual que el penado, sobrevive dentro de la granja-prisión estatal:
No es que pueda vivir, es que quiero. Es que yo quiero. La vieja carne al fin, por vieja que sea. Porque si la memoria existiera fuera de la carne no sería memoria porque no sabría de qué se acuerda y así cuando ella dejó de ser, la mita de la memoria dejó de ser y si yo dejara de ser todo el recuerdo dejaría de ser. (p.306)

La novela se desarrolla remontando hacia atrás en una brusca solidificación del tiempo que se coagula en el pasado. Las historias van y vienen, el relato es regresivo y progresivo a un mismo tiempo, tiempo en el cual se anulan las diferencias entre lo que pasó y lo que vendrá . Si el tiempo es el eterno presente del acontecimiento inmóvil que conforma la(s) historia(s), la lectura de Palmeras salvajes adquiere sentido como literatura sólo en su devenir temporal. Y la escritura de Faulkner irá sucediendo frente al lector-testigo que asume el relato como relato del otro, el que se asegura nuestra complicidad y nos obliga a adoptar una nueva visión creadora .

NOTAS

Blöcker, Günter, “Épica del sur” y “Mito deYoknapatawpha” en Líneas y perfiles de la literatura moderna. Tr. Thilo Ullman. Madrid: Guadarrama
Faulkner en esta obra emplea el contrapunto de dos narraciones. El narrador como un personaje es a veces un testigo mezclado en la acción. Cf. Mohrt, Michel. “William Faulkner o una religión del tiempo” en La novela norteamericana Contemporánea. Sin mención de traductor. Madrid: Escelicer, 1956.
Nombre familiar que se le da río Mississippi en el sur de los Estados Unidos. Bradbury, Malcolm. La novela norteamericana moderna. Tr. Guillermo Sheridan. México: Fondo de Cultura Económica, 1988.
Cowley señala que: “El viejo, la historia del convicto que superó la más grande de todas las inundaciones del Mississippi, casi podría ser una continuación de Huckleberry Finn. Es como si algún amigo mayor de Huck hubiese tomado la balsa y pasado, de la granja de la tía Sally Phelps, a aventuras más salvajes, descriptas en un estilo más salvaje, entre chinos y mestizos de franceses y canales repletos de cocodrilos. En forma curiosa, Faulkner combina dos de las tradiciones de las letras norteamericanas: la tradición del horror psicológico, a menudo muy cercano al simbolismo, que comienza con Charles Brockden Brown, nuestro primer novelista profesional, y se extiende a lo largo de Poe, Melville, Henry James (en sus últimos relatos), Stephen Crane y Hemingway; y la otra tradición del humorismo y el realismo de frontera, que empieza con Escenas de Georgia de August Longstreet, y que tiene en Mark Twain a su mejor ejemplo”. Cowley, Malcolm. “Introducción a Faulkner” en Crítica sobre los mejores escritores norteamericanos. Selección de Lewis Leary. Tr. Floreal Mazía. Buenos Aires: Corregidor, 1977, p. 423.
“En El viejo no comprendemos hasta el final de la narración que la historia está siendo narrada por el propio protagonista. Sin embargo, está escrita en tercera persona: “el” tiene el valor de “yo”: todo ocurre como si el narrador objetivara el personaje, y hablara de él como un extraño. La aparición del viejo preso hace que el lector comprenda que toda la historia debe ser situada en un pasado” en E.-Magny, Claude en “Faulkner o la inversión teológica”. La era de la novela americana. Sin mención de traductor. Juan Goyanarte Editor. S/M de lugar y año de edición. P. 200
El proceso de creación de la obra de Faulkner revela la ley de la pareja, la mayor parte de los personajes se desdoblan. En muchas de sus obras –según Mohrt- los dos personajes son como esquemas paralelos de un mismo carácter. Op. Cit.
Mohrt señala la importancia de la naturaleza: el viento, el agua, el fuego. En “El viejo”, el agua del río. En “Palmeras salvajes”, el viento. Las dos obras cuentan dos historias que jamás coinciden y que aparentemente no guardan relación, pero la unidad de la obra debe ser buscada en los temas del viento y el agua. Op. Cit.
“Podría hablarse de una obsesión por la reclusión en Faulkner -dice Morht-, todos sus personajes están alejados del mundo. Los personajes encarnan un destino que los trasciende. (...) Hay odio por el Norte que arruinó al sur, pero también por los hombres del sur, por todos los hombres, el sur funciona como un microcosmos de la humanidad. Los verdaderos personajes de Faulkner son los destinos. El norte representa la civilización materialista e industrial que se ha impuesto, en oposición al Sur profundo. La redención del sur se realizará por la expiación de todos sus hijos en el sufrimiento”. Op. Cit. p.130
“Uno de ellos tenía unos veinticinco años; era alto, flaco, sin barriga, con una cara tostada y pelo negro de indio con pálidos e indignados ojos de porcelana-una indignación dirigida no a los hombres que habían frustrado su crimen, ni siquiera a los abogados y jueces que lo habían mandado aquí, sino a los escritores, los incorpóreos nombres ligados a los cuentos, a las novelas por entregas –los Diamond Dick y Jessi James y otros de esa calaña- que según él lo habían empujado a su condición actual por su propia ignorancia y credulidad”. Faulkner, William, Las palmeras salvajes. Tr. Jorge Luis Borges. Buenos Aires: Sudamericana, 1981, p.27
Edmond-Magny marca como rasgos singulares y característicos de la obra de Faulkner: la imposibilidad de contar una historia de otro modo que no sea empezando por el final; y la necesidad de contar dos historias simultáneamente, que puedan estar yuxtapuestas o imbricadas una en la otra. Op. Cit. p.191
“Los personajes de Faulkner viven en un tiempo arcaico, preinicial: “hacia atrás”, en el espacio mítico. La expresión mítica no necesita subrayar el concepto de futuro porque sencillamente, y al igual que el presente y el pasado, lo incluye. El enfoque mítico no precisa tampoco tomar en consideración el concepto de utilidad, porque se ocupa de hechos primigenios, del destino y cada encuentro con el destino devela al que es capaz de percibir una fuerza nueva, inquietante, por encima de toda utilidad. Esta propiedad es común a las novelas de Faulkner y a la tragedia griega. Blöcker, Günter en Líneas y perfiles de la literatura moderna. Op. Cit., p.118
“En todo acontecimiento, sin duda, hay un momento presente de la efectuación, aquel en que el acontecimiento se encarna en un estado de cosas, un individuo, una persona, aquel que se designa diciendo: venga, ha llegado el momento; y el futuro y el pasado del acontecimiento no se juzgan sino en función de este presente definitivo, desde el punto de vista de aquel que lo encarna” Gilles Deleuze, Lógica del sentido, Tr. Miguel Morey. Buenos Aires: Planeta, 1994, p.159
Deleuze explica que esta concepción del tiempo es una propiedad característica del acontecimiento puro: “En la medida en que esquivan el presente, los acontecimientos puros no soportan la separación y la distinción entre el antes y el después, entre pasado y futuro (…) La paradoja del puro devenir con su capacidad de evitar el presente, es la identidad infinita: identidad infinita de los dos sentidos a la vez, del futuro y el pasado, de la víspera y el día después, del más y el menos, de lo demasiado y lo insuficiente, de lo activo y lo pasivo, de la causa y el efecto” Op. Cit. p.26.
“Merced a ello nos constriñe a substituirlo, y a convertirnos en algo semejante al autor de lo que leemos”. en Edmonde-Magny, Claude en “Faulkner o la inversión teológica”. La era de la novela americana, Juan Goyanarte Editor, p.219

martes, 21 de octubre de 2008

Los Bigotes de Dalí, el nombre.

Por Victoria Palacios


“Canto el ansia de estatua que persigues sin tregua,/ el miedo a la emoción que te aguarda en la calle./ Canto la sirenita de la mar que te canta/ Montada en bicicleta de corales y conchas.”

En: Federico García Lorca,
Oda a Salvador Dalí, 1926.


La intervención urbana de bigotes en los afiches políticos, mención a los bigotes de Duchamp sobre La Mona Lisa vendida. Gesto político moderno, signo negativo que escenifica la prostitución del arte en su relación con el mercado. ¿Por qué, entonces, nombrar a esta revista losbigotesdedali y no los bigotes de la Gioconda o los bigotes de Duchamp? Porque los bigotes de Dalí son los más aristocráticos, y en ese movimiento hacia arriba, verticalista, que irá afilando con los años, puede leerse el trayecto de los códigos artísticos que irán cerrándose y pegándose a los códigos de la elite. La desconfianza actual, desde los grupos de poder, en la educación estética hace evidente este peligroso clasicismo. Dalí, sólo nos importa en su desconcierto. Su propio desconcierto frente a la obra que producía. Pensarlo a Dalí, es volver a pensar en Lorca, en Buñuel. Entonces, ponemos el acento en el poema de Lorca sobre Dalí. Federico interpreta el movimiento, el codeo de Dalí con el poder como el movimiento de las estatuas: “¡Oh, Salvador Dalí de voz aceitunada!/ No elogio tu imperfecto pincel adolescente/ ni tu color que ronda el color de tu tiempo,/ pero alabo tus ansias de eterno limitado./ Alma higiénica, vives sobre mármoles nuevos./ Huyes la oscura selva de formas increíbles./ Tu fantasía llega donde llegan tus manos,/ y gozas el soneto del mar en tu ventana.” El significado que excede el “elogio” de Lorca, y que excede la obra de Dalí, es la expresión del valor del trabajo del artista: la puesta en acto de una imperfección, como el seguimiento de un tiempo pulsional, y a su vez, la mediación en un momento histórico determinado. Nada más. El resto no es un elogio, es una examinación. Un bigoteo.

No hay imaginería, ni goces que sacudan a Dalí del límite de su oficio, ni de su entorno. Pero, en esa inmovilidad se le erizan los bigotes que intentaba acicalar. Los bigotes de Dalí, relucientes en su oscuridad, se recortan sobre un trasfondo oblicuo de su mirada. Dalí mira donde vibran sus bigotes. Y sus bigotes bailan donde su gato se menea, en una simetría gitana, cruda, bestial. Un desvío ocular que encarna al mito de instintos. Y no de lo salvaje, que otorga predominancia al desenfreno de lo fundado. Los bigotes de Dalí tienen la mecánica del cuerpo oscuro del animal posado sobre la desnudez materializada del deseo. Y su vigilia conceptual entra en pánico por ello, sus ojos se impresionan al ver el ardor de esos bigotes que se separan de la idea que busca en cada producción su autor. Como si el artista fuera hablado por goces inefables que lo alejan de toda comprensión, que alejan el pánico, la angustia, todos los síntomas psico-orgánicos, y no psico-somáticos, que la mirada homogénea intenta encasillar. Los bigotes hablan, repiten pasiones y detestan todo síndrome de control. El control del bigote es la nariz, que se acerca, otra vez como el animal, a cada partícula que se desprende de los elixires del cuerpo. En la rebeldía de esos bigotes a la quietud del Museo se representa lo que todos los artistas han querido: la autonomía en la búsqueda de un lenguaje propio; estar presentes en cada espacio que nos habite para que nuestras mentes no se afeiten en la mirada única de los discurso únicos, disciplinarios, dominantes. Los bigotes tienen esa ambivalencia espacial esquizofrénica, que permite investigar otros mundos casi como si cada pasaje fuera una ocultación de las estrategias frente al control.